El Perro de Vidrio
Audio Type:
story
Language:
Transliterated Title:
El Pero de Vidrio
English Title:
The Glass Dog
Audio File:
Duration:
13:01
Transcript:
El cuento que van a escuchar hoy es “El Perro de Vidrio” narrado por Maribel.
Había una vez un mago que vivía en el ultimo piso de un casa de vecinos y pasaba su tiempo estudiando y estudiando.
Lo que no sabía de magia, no tomaba la molestia en aprenderlo, porque él era dueño de todos los libros de los magos y las recetas de los magos antes que el. Y además, había inventado unos hechizos el mismo.
Esta persona admirable hubiera estado completamente feliz, si no fuera por las miles de interrupciones causada por la gente que lo venían a consultar sobre sus desdichas.
Él nunca se tomó la molestia de interactuar con estas personas, pero siempre le estaban tocando la puerta. Interrumpiendo cuando estaba leyendo en uno de sus libros o cuando estaba viendo burbujear una pócima en su caldera.
Y decidió que necesitaba un perro guardián para espantar a la gente. Pero el no sabía dónde encontrar un perro. Pero su vecino al lado, era un soplador de vidrio, así que fue a consultarlo. “Donde puedo encontrar un perro?”
“Qué tipo de perro?” le pregunto el Soplador.
“Un buen perro, que le ladre a la gente. Uno que no de lata y ni espere que le den de comer. Uno que no tenga pulgas y ni haga cochinero. Un perro que sea obediente cuando le hablo,” Contesto el Mago.
“Ese tipo de perro es difícil de encontrar,” le dijo el Soplador de vidrio, quien estaba ocupado haciendo unas flores rositas y amarillas, con hojas verdes.
“No podría hacerme un perro de vidrio?” le pregunto el mago, observándolo.
“Podría, pero, sepa que el perro no le ladraría a la gente.”
“No se preocupe por eso, yo me encargare muy fácilmente.” El mago le dijo.
“Bueno, si usted necesita un perro de vidrio, yo se lo are. Nomás tendría que pagarme por mi trabajo.”
“Por supuesto. Pero yo no tengo eso lo que ustedes llaman dinero. Se tendrá que conformar con un intercambio.”
El Soplador considero la propuesta. “Podría darme algo para curar mi reumatismo?”
“Oh, si muy fácilmente.”
“Trato hecho. Comenzare de una vez. ¿De qué color de vidrio usare?”
“Rosita es un color bonito, ¿no?” Dijo el Mago.
“Un color muy extraño para un perro, pero será rosita su perro.”
Entonces, el Mago regreso a sus estudios, y el Soplador comenzó a forjar el perro.
Para la siguiente mañana, el Soplador entro al cuarto del Mago, con un perro de vidrio bajo su brazo, y lo coloco cuidadosamente sobre la mesa.
El perro era de un color rosita muy hermoso, y alrededor se su cuello, tenía un moño azul. Sus ojos eran negros y brillaban en la luz.
El Mago expreso su encanto sobre el trabajo que había hecho el Soplador, e inmediatamente le dio un frasco pequeño.
“Esto remedio le quitara su enfermedad,” el Mago dijo.
“Pero si el frasco está vacío,” exclamo el Soplador.
“Parece, pero no. Hay una sola gota dentro” el mago respondió.
“Una gota curara mi enfermedad?”
“Claro. Es un remedio maravilloso. La gota que contiene el frasco cura inmediatamente cualquier tipo de enfermedad conocido por humano. Así que cuídelo bien, porque es la única gota de su tipo en el mundo, y ya no me acuerdo de la receta para volver hacerlo.”
“Gracias,” dijo el Soplador, y regreso a su cuarto.
Después que se fue el Soplador, el Mago, dijo unas palabras, e hizo unos movimientos con su mano hacia el perro de vidrio.
El animalito movió primero la cola de lado a lado, y luego los ojos, y al fin empezó a ladrar en una manera muy aterrorizante.
El Mago estuvo encantado que inmediatamente puso al perro fuera de su puerta, donde le ladraba a cualquier persona que intentaba acercarse a interrumpir los estudios de su amo.
El Soplador, al regresar a su habitación, decidió no usar la gota que le había dado el Mago.
“Mi reumatismo está muy bien hoy. Creo que sería sabio usar la medicina para un día cuando este muy enfermo.”
Por lo tanto, puso el frasco en su gabinete y se puso a trabajar, soplando más rosas de vidrio. Luego empezó a pensar por cuanto tiempo estaría buena la gota, y decidió preguntarle al Mago.
Pero cuando le llego, el perro de vidrio empezó a ladrarle muy ferozmente que ni se atrevió a tocar la puerta, y regreso de prisa a su habitación.
El Soplador estaba triste por la recepción que había recibido por parte del perro que el cuidadosamente creo.
Al día siguiente mientras leía el periódico, el Soplador vio un artículo que hablaba sobre la bella Srta. Mydas, la joven más rica del pueblo, quien estaba muy enferma, tal que los doctores se habían dado por vencidos.
El Soplador de vidrio, aunque fuera un pobre miserable y un trabajador duro, era un hombre de ideas. Se acordó de su preciada medicina y decidió que la podría usar a su ventaja que curar sus propios malestares.
Se vistió en su mejor traje, y se peinó su pelo y bigote. Coloco el frasco en la bolsa de su pantalón y fue en camino hacia la casa de la Srta. Mydas.
El mayordomo abrió la puerta, vio al Soplador de pies a cabeza y dijo, “La Srta. De la casa se está muriendo y tenemos todo lo que necesitamos para el funeral.”
El Soplador de vidrio se sintió ofendido por ser confundido por un ambulante vendedor.
“Mi amigo,” empezó a decir el Soplador de vidrio, pero el mayordomo lo interrumpió, “Ni lapidas. La familia ya tiene uno apartado.”
“Si me permitiera hablar, no lo necesitaran,” dijo el Soplador. “No soy doctor, pero tengo una cura mágica que hará que recobre su salud la Srta. Mydas.”
“Por favor, pase usted. Hablare con la criada de la Srta.,” dijo el mayordomo muy amablemente.
Cuando la criada fue hablar con el Soplador, ella dijo, “Me da gusto que haiga venido.”
Y el Soplador contesto, “Dígale a su patrona que si le doy el remedio para curar su enfermedad se tendrá que casar conmigo.”
La Srta. Mydas no lo pensó dos veces diciendo, “Me casaría con cualquier cosa vieja antes de morir. Tráiganlo en este momento.”
El Soplador fue a la habitación de la Srta. Mydas.
El vacío la gota mágica en un vaso con poca agua, se la dio a la paciente, y en el siguiente minuto, ella estaba caminando y andando más viva que nunca en su vida.
“Tengo un compromiso hoy en la noche en la casa de los Fritters. Criada vaya por mi vestido. Y no se le olvide cancelar la orden de flores para funeral y su vestido de luto.”
“Pero Srta. Mydas, usted se comprometió en casarse conmigo,” le recordó el Soplador.
“Ya se, ya sé, pero ahora no tengo tiempo, ni para poner el anuncio en el periódico ni mandar hacer las invitaciones. Vuelva mañana y tendremos tiempo para eso.”
El aspecto del Soplador no le hacia ninguna gracia a la Srta. Mydas, pero estuvo feliz que se le había ocurrido una excusa para deshacerse del Soplador por mientras. Ella no quería faltar a la fiesta de los Fritters.
El hombre se fue felizmente a su hogar, pensando que triunfo con su plan, que se casaría con una mujer que lo mantendría rico de por vida.
Lo primero que hizo al llegar a su casa fue romper y tirar sus herramientas de soplador de vidrio por la ventana. Después se sentó y empezó a imaginarse en que gastaría el dinero de su esposa.
Al siguiente día, fue a visitar a la Srta. Mydas como habían quedado. Mientras hojeaba una revista, ella le pregunto, ¿“De donde consiguió el remedio que me alivio?”
“De un Mago muy preparado,” él le contesto. Y el Soplador, pensando que le interesaría a la Srta. Mydas, le conto todo.
“Que divino,” ella dijo. “Yo siempre he querido un perro de vidrio que ladre.”
“Pero hay solo uno en el mundo y le pertenece al Mago.”
“Me lo tienes que comprar.” Dijo la Srta.
“Al Mago le da igual el dinero.” Él le respondió.
“Entonces robártelo por mí. No viviré otro día feliz al menos que tenga un perro de vidrio que ladre.”
El Soplador se puso ansioso, pero le dijo a la Srta., que vería lo que pudiera hacer. Y la Srta. Mydas le dijo que se casaría con él en una semana.
En camino a casa, el Soplador compro un saco grueso, y cuando paso por la puerta del Mago y el perro rosita salió a ladrarle, él Soplador le echo el saco encima, cerrándolo con una apretadera fuerte.
Al siguiente día por la mañana, el Soplador mando el saco con un mensajero a la casa de la Srta. Mydas. Luego por la tarde, él fue a verla en persona, pensando que sería recibido con gratitud por robarse al perro que ella deseaba.
Pero cuando fue a tocar la puerta, y le abrió el mayordomo, salió el perro rosita ladrándole furiosamente.
“Detenga a su perro,” el Soplador dijo, lleno de miedo.
“No puedo,” dijo el Mayordomo, “La Srta., ordeno que el perro le ladrara a usted cada vez que venga a tocar. Y cuidado, si lo muerde el perro, podría que le de vidrio-fobia.” El mayordomo cerró la puerta riéndose de su propio chiste.
El pobre asustado Soplador de vidrio se fue de prisa. Llego a una farmacia usando su última moneda en el teléfono para que pudiera hablar con la Srta. Mydas sin temor que el perro lo mordiera.
“Porque me ha tratado de esta forma tan cruel?” él le pregunto a la Srta. cuándo contesto el teléfono. “Porque le dijo al perro que me ladrara?”
Y ella le contesto, “Para ser sincera no me agrada su cara. Sus cachetes son muy pálidos y gordos, su pelo es muy largo. Sus ojos son muy pequeños y rojos, sus manos son demasiado grandes y duras.”
“Pero usted prometió casarse conmigo.” Él le recordó.
“Si tuviera mejor aspecto, cumpliría mi promesa. Usted no es digno de ser pareja mía. Por la buenas, no se acerque a mi casa, o voy a mandar a mi perro de vidrio que le ladre.” Y con eso, la Srta. Mydas colgó el teléfono.
El pobre Soplador de vidrio llego a su casa con un corazón decepcionado.
De pronto alguien toco su puerta y al abrirla vio que era el Mago.
“Alguien me ha robado mi perro, me debe que hacer otro.” Exijo el Mago.
“Lo siento por usted. Pero no puedo, he tirado todas mis herramientas.” dijo el Soplador sentándose en una silla del comedor.
“Entonces que hare?” Insistió el Mago.
“Tal vez si ofrece una recompensa.”
“Pero no tengo dinero.”
“Ofrezca otro de sus remedios mágicos,” sugirió el Soplador.
“Lo único que estaría dispuesto a ofrecer de recompensa es una pócima de belleza,” empezó a decir el Mago.
“Si existe cierta cosa?” Pregunto el Soplador, la silla cayendo tras de él cuándo se paró.
“Por supuesto. La persona que beba la poción será la persona más bella y hermosa del mundo.”
“Bueno, si usted ofrece eso como recompensa, yo intentare de encontrar el perro por usted, lo que sea, porque deseo ser muy guapo más que nada.” Dijo el Soplador.
“Tengo que advertirle que la belleza solo será superficial.”
“No me importa, yo necesito esa pócima,” insistió el Soplador.
“Dígame donde está mi perro, y solo luego le entregare la pócima embellecedora,” le dijo el Mago.
El Soplador salió, y pretendió que fue en busca del perro. Cuando regreso, le dijo al Mago, “He encontrado al perro. Esta en la mansión de la Srta. Mydas.”
El Mago salió de una vez a ver si era cierto, y sí que fuera, el perro salió de la casa ladrándole.
Entonces el Mago, sacudió sus manos y dijo un encanto, lo cual hizo que el perro se pusiera dormir. Rejunto al perro durmiente y se lo llevo cargando hasta su habitación en el último piso.
Después fue al apartamento de Soplador de Vidrio para entregarle el frasco que contenía el embellecedor. El hombre inmediatamente se lo bebió y se convirtió en el hombre más bello de todo el mundo.
La siguiente vez que el Soplador fue a visitar a la Srta. Mydas, no había ningún perro que le ladrara y cuando la Srta. Mydas lo vio se enamoró de su belleza a primera vista.
“Si nomas fuera un príncipe, estaría dispuesta a casarme con usted,” murmullo la Srta.
El Soplador de Vidrio le contesto, “Pero si soy un príncipe, un príncipe soplador de perros de vidrio.”
“Bueno, si usted está dispuesto a aceptar un domingo de cuatro dólares cada semana, yo ordenara las invitaciones para la boda.”
El hombre titubeo por un momento, pero acepto los términos de la Srta.
Entonces muy pronto se casaron. La novia vivía celosamente de la belleza de su esposo, y lo llevo a vivir una vida de perro. Y al igual que el soplador la llevo a la ruina con sus deudas.
En cuanto al perro rosita de vidrio con su moño azul, el Mago hizo que pudiera ladrar otra vez con su magia, colocándolo junto a la puerta.