El Gato Codicioso
Audio Type:
story
Language:
Transliterated Title:
El Gato Codicioso
English Title:
The Greedy Cat
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Duration:
5:01
Transcript:
El Gato Codicioso
Érase una vez un gato y un ratón, y pensaron que se invitarían a cenar. Primero le tocó el turno al gato de preguntarle al ratón, y él puso su mesa y la invitó, pero no tenía mucho que comer; solo un pedazo seco de pan y un poco de agua. Pero el ratón, que era muy educado, se lo comió y le dio las gracias al gato.
Cuando le tocó el turno al ratón de dar una cena, le ofreció un buen banquete, platos de pescado, platillos de leche y trozos de carne. Luego horneó un pastel grande con azúcar en la parte superior para el gato, y para ella hizo un pastel muy pequeño sin glaseado.
El gato vino a la cena del ratón, y se comió el pescado y la carne, y lamió la leche, y se comió el pastel. Luego miró a su alrededor con avidez y dijo:
"Qué cena tan ligera. ¿No tienes nada más que comer en la casa, ratón?
—Aquí está mi pastel —dijo el ratón, que no era nada codicioso—.
Entonces el gato se comió el pastel del ratón, y luego volvió a mirar a su alrededor con avidez, y dijo:
—¿Tienes algo más de comer, ratón?
—Nada, amable señor —dijo el ratón—, a menos que me comas a mí.
Pensó que el gato nunca sería tan codicioso como eso, pero abrió la boca de par en par y por su garganta bajó el ratón.
Entonces el gato codicioso salió de la casa del ratón y bajó por el camino, moviendo la cola, pues se sentía muy bien.
En el camino se encontró con una anciana. Ahora bien, la anciana se había asomado a la ventana y había visto lo que había hecho aquel gato codicioso.
—Gato codicioso —dijo la anciana —, para comerte a tu amigo, el ratón.
-Codicioso, en verdad -dijo el gato-, tengo ganas de comerte.
Entonces abrió mucho la boca y bajó por la garganta la anciana.
Luego, por el camino, el gato siguió adelante, moviendo la cola y sintiéndose más fino que nunca. Mientras caminaba, se encontró con un anciano que llevaba su carga de manzanas al mercado. El anciano golpeaba a su burro para que fuera más rápido.
"A un lado, a un lado, gato", dijo el hombre, "mi burro te pisará".
-Pisarme, en verdad -dijo el gato, sacudiendo sus gordos costados-, me he comido a mi amigo el ratón, me he comido a una vieja. ¿Qué es lo que impide que te coma a ti?
Entonces el gato codicioso abrió mucho la boca, y por su garganta bajaron el hombre y su burro.
Luego volvió a caminar por el medio del camino. Al cabo de un rato vio una gran nube de polvo y oyó un gran ruido de pasos. Era el rey montado en su carro, y detrás de él marchaban todos sus soldados y sus elefantes.
"A un lado, a un lado, gato", dijo el rey, "mis elefantes te pisaran."
-Písame, en verdad -dijo el gato-, me he comido a mi amigo el ratón, me he comido a una vieja, me he comido a un anciano y su burro. ¿Qué es lo que me impide comerme a un rey y a unos cuantos elefantes?
Entonces el gato abrió mucho la boca, y por su garganta bajaron el rey, los soldados y todos los elefantes.
Entonces el gato volvió a ponerse en marcha, pero más despacio. Realmente ya no tenía hambre. Mientras viajaba, se encontró con dos cangrejos terrestres, que se escabullían en el polvo.
"A un lado, a un lado, gato", chillaban los cangrejos.
-Me he comido a mi amigo el ratón -dijo el gato-, me he comido a una vieja, a un hombre y su burro, a un rey, a todos sus soldados y a todos sus elefantes. ¿Qué es lo que impide que me los coma a ustedes?
Entonces el gato abrió la boca de par en par, y por su garganta bajaron los dos cangrejos.
Pero los cangrejos empezaron a mirar a su alrededor en la oscuridad. Allí estaban los soldados tratando de formarse de cuatro en cuatro, pero no había espacio. Los elefantes se pisaban los dedos de los pies. La anciana estaba regañando, y en un rincón estaba sentada el pobre ratoncito, con las patas y las orejas caídas.
—Tenemos que ir a trabajar —dijeron los cangrejos—.
Luego comenzaron a cortar y recortar con sus pequeñas garras afiladas. Pronto hubo un agujero lo suficientemente grande y todos salieron arrastrándose.
Entonces salieron el rey, sus soldados y todos sus elefantes. Salió la anciana regañando a su gato. Salieron el hombre y su burro. Por último, salió el ratoncito con un pastelito bajo el brazo, porque un pastel era todo lo que había querido.
Pero el gato codicioso tuvo que pasar todo el resto del día cosiendo el agujero de su pelaje.