El juicio del verano eterno
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Transliterated Title:
El juicio del verano eterno
English Title:
The Judgement of Eternal Summer
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Duration:
5:01
Transcript:
El juicio del Verano eterno
En lo más profundo del Bosque de las Cuatro Estaciones, cada rincón tenía su propio clima. La zona del norte siempre nevada, el este lleno de flores primaverales, el sur con hojas doradas, y el oeste... el reino del verano.
Pero algo extraño sucedía. El sol no se escondía. Las flores se secaban. El agua del lago burbujeaba de calor. Y el verano… no se iba.
—Algo no está bien —susurró Luma, un hada de la luz, mientras sus alas brillaban bajo el sol ardiente—. El equilibrio está roto.
Luma vivía en el corazón del bosque. Años atrás, alguien la acusó injustamente de robar la Piedra del Sol, y desde entonces, no confiaba en los juicios mágicos. Aun así, cuando el Consejo de las Estaciones convocó un juicio para investigar el eterno verano, Luma decidió presentarse.
En el Claro del Juicio, bajo un árbol gigante, la Reina Estivalia se sentó rodeada de magia dorada. Su cabello parecía fuego suave y su vestido estaba hecho de rayos de sol.
—No he hecho hechizos para alargar mi estación —dijo con firmeza—. Amo el verano, sí, pero no haría daño al bosque.
El Consejo murmuró. No sabían si creerla. Entonces apareció Fael, un pequeño elfo curioso, con una hoja enrollada como sombrero y la cara llena de pecas.
—¡Yo ayudaré a buscar la verdad! —gritó, agitando un palo como si fuera una varita.
Luma sonrió. Por alguna razón, confiaba en ese pequeño elfo.
Juntos, volaron hacia la Cueva de las Nieblas. Allí vivía Brumo, un duende con barba de nubes y ojos grises como el humo.
—¿Invierno? ¿Has visto al invierno? —preguntó Luma.
—No ha pasado por aquí —dijo Brumo—. Tal vez se perdió… o tal vez no quiere regresar.
Luma notó algo raro. La cueva estaba más fría de lo normal, pero cerrada por dentro. Fael encontró cristales de hielo escondidos en frascos mágicos.
—Esto no es normal —susurró—. Brumo está escondiendo el invierno.
Volaron al Lago del Espejo Verdadero, un lugar donde todo lo que se dice se refleja como es en realidad. Allí llevaron a Brumo para que contara su historia.
—Yo solo… —comenzó Brumo, mirando su reflejo—. Mi aldea está hecha de hielo. Si llega el verano, desaparecerá. No quería hacer daño… Solo quería proteger mi hogar.
El agua del lago mostró la verdad. Brumo había robado el Reloj de las Estaciones, escondiendo al invierno con su magia de niebla. El Consejo lo miró en silencio.
—Tu miedo es real, Brumo —dijo la Reina Estivalia, con voz suave—. Pero el bosque necesita equilibrio. No puede haber justicia si una estación es más importante que otra.
El juicio del verano eternoBrumo bajó la cabeza, avergonzado. Fael se le acercó y le dio la mano.
—Tal vez podamos encontrar una solución… juntos.
Y así fue. El Consejo decidió que Brumo cuidaría una pequeña zona del bosque donde el invierno podría quedarse más tiempo, sin dañar a los demás. El Reloj de las Estaciones volvió a su lugar, y poco a poco, el otoño comenzó a teñir las hojas de oro.
Luma miró el cielo. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que la justicia había sido verdadera.
—Gracias, Fael —le dijo.
—¿Por qué? —preguntó el pequeño elfo.
—Porque hoy me enseñaste que, incluso cuando parece que todo arde, la verdad siempre encuentra su sombra para descansar.
El sol bajó despacio, y el bosque volvió a respirar en paz.