El dragon que no queria rugir
Audio Type:
story
Language:
Transliterated Title:
El dragon que no queria rugir
English Title:
The Dragon That Didn't Want to Roar
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Duration:
4:54
Transcript:
El dragon que no queria rugir
En un bosque muy verde, donde los árboles eran altos y las flores olían a chicle, estaba a punto de comenzar algo especial: el primer día de clase en el Colegio de los Bosques Encantados.
Brunilda, una brujita con trenzas moradas y un sombrero que se caía al caminar, corría entre las hojas.
—¡Voy a llegar tarde! —gritó, mientras su varita soltaba chispas.
Aniuska, la princesa del Reino de los Días Claros, venía caminando despacito. Llevaba una mochila con estrellas y una corona un poco torcida.
—Hoy no quiero ser perfecta. Hoy quiero ser yo —susurró.
Muy cerca, escondido detrás de unas piedras, Chispa el dragón miraba desde lejos. Era rojo como una manzana y tenía ojos muy grandes.
—¿Y si me oyen rugir? ¿Y si se asustan? —dijo bajito.
En el colegio, las aulas colgaban de las ramas como casitas en los árboles, y las pizarras escribían solas. El Maestro Robledal, un árbol sabio con gafas, saludó con voz de hojas movidas por el viento:
—¡Bienvenidos! Pero… ¡oh, no! —dijo al mirar dentro de su tronco-bolso—. ¡El Gran Libro de los Primeros Días ha desaparecido!
Todos los niños mágicos se quedaron muy quietos. Sin ese libro, no podían empezar las clases.
Brunilda levantó la mano.
—¡Podemos buscarlo!
—Sí —dijo Aniuska—. ¡Vamos a encontrarlo!
Chispa quiso hablar, pero solo le salió un hilito de humo por la nariz.
Los tres amigos salieron del colegio y caminaron por el bosque. Buscaron entre arbustos dulces, bajo puentes invisibles y dentro de una calabaza hueca que olía a vainilla.
—¡Nada! —dijo Brunilda, mientras su varita estornudaba estrellas.
—¿Y si alguien lo escondió por miedo? —preguntó Aniuska, mirando a Chispa.
Chispa bajó la cabeza.
—Yo… creo que fui yo. Quise practicar un rugido, pero salió un viento muy fuerte… y el libro voló. No sabía que estaba tan cerca…
Brunilda lo abrazó con sus manitas mágicas.
—No pasa nada, Chispa. Todos cometemos errores.
Aniuska asintió.
—Lo importante es arreglarlo juntos.
Siguieron las huellas del libro, que brillaban en el aire como letras flotantes, y llegaron a la Torre del Reloj Congelado, donde todo estaba quieto.
—Solo un rugido valiente puede despertarlo —dijo un búho que vivía en la campana.
Chispa tembló.
—¿Y si les doy miedo?
—No tienes que rugir fuerte —dijo Aniuska—. Solo tienes que rugir con el corazón.
Chispa respiró hondo. Abrió su boquita, sacó pecho… y soltó un rugidito suave, como un bostezo con cosquillas.
El dragón que no quería rugir¡CRACK! El reloj se movió. El tiempo volvió a andar, y el Gran Libro cayó despacio desde lo alto, entre copos de nieve dormida.
—¡Lo lograste! —gritó Brunilda, dando saltitos.
—¡Lo encontraste tú! —dijo Aniuska, con los ojos brillantes.
Volvieron al colegio corriendo. Todos aplaudieron cuando el Maestro Robledal abrió el libro y una nube de letras doradas llenó el aire.
—Gracias a estos tres valientes, las clases pueden empezar.
Desde ese día, Brunilda aprendió a reír después de lanzar hechizos. Aniuska escribió cuentos con final sorpresa. Y Chispa… Chispa aprendió a rugir bajito, sin miedo, con alegría.
Y si alguna vez un niño mágico sentía miedo en clase, solo tenía que escuchar el rugido suave de Chispa, que decía, sin palabras:
"Está bien ser como tú eres."