El Cuento del Conejito Benjamin
Audio Type:
story
Language:
Transliterated Title:
El Cuento del Conejito Benjamin
English Title:
The Tale of Benjamin Bunny
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Duration:
6:47
Transcript:
“El Cuento del Conejito Benjamín”
Una mañana un conejito estaba sentado junto la orilla de un rio.
Escuchaba atentamente con sus orejas el ruido de un caballo marchando.
Era un carruaje y lo estaba manejando el Sr. McGregor. Sentado junto a él estaba la Sra. McGregor, quien tenía puesta su mejor sombrero de salir.
Tan pronto que pasaron, el pequeño conejito Benjamín cruzo la carretera y siguió su camino – con un saltido y brinco – fue a visitar a sus parientes, quienes vivían en el bosque detrás del jardín del Sr. McGregor.
El bosque estaba lleno de agujeros de conejos y en el agujero más limpio y arenoso, era donde vivía su tía y sus cuatro primos Flopsy, Mopsy, Algodón, y Pedro.
La vieja Sra. Coneja era viuda, y se ganaba la vida tejiendo guantes y gorritos. Ella también vendía hierbas, te y tabaco para conejos (a lo que nosotros le llamamos lavanda)
En verdad el pequeño Benjamín no quería ver a su tía.
Él le llego por detrás del árbol, y casi se caia arriba de su primo Pedro.
Pedro estaba sentado solo. Se miraba mal, y estaba vestido en un pañuelo rojo.
“Pedro,” Benjamín pregunto en voz baja, ¿“que paso con tu ropa?”
Pedro respondió, “La tiene el espantapájaros del Sr. McGregor,” y le conto como fue correteado por el jardín, y perdió su abrigo y zapatos.
Benjamín se sentó junto su primo y le aseguro que el Sr. McGregor había salido con la Sra. McGregor porque llevaba puesta su mejor sombrero.
Pedro dijo que le daría gusto si lloviera.
En ese momento la voz de la Sra. Coneja se escuchó saliendo por el hoyo de su casa, llamando, “Algodón, ¡Algodón! ¡Ve y tráeme más hierbas de manzanilla!”
Pedro dijo que se sentiría mejor si caminaban un poco.
Los dos primos fueron caminando juntos hasta llegar al cerro a la orilla del bosque. Desde allí se miraba el jardín del Sr. McGregor. Plenamente se miraban que el espantapájaros llevaba puesto la ropa de Pedro y un gorrito chistoso.
El pequeño Benjamín dijo, “Se le maltrata la ropa a la gente si tratan de meterse por debajo del cerco. La mejor manera de entrar al jardín es subiéndote por el árbol de peras.”
Primero salto Benjamín y luego Pedro. Pedro se calló de cabeza, pero no importaba, había una cama de hojas justo donde aterrizo. Estaba lleno de lechugas.
Ellos dejaron muchas huellas por todo el jardín, especialmente el pequeño Benjamín, quien llevaba puesto zuecos de madera en los pies.
Benjamín dijo que lo primero que ellos tenían que hacer era recuperar la ropa de Pedro, y para hacer eso tendrían que usar el pañuelo rojo.
Fueron y le quitaron la ropa al espantapájaros. Había llovido por la noche, por lo cual los zapatos estaban mojados y el abrigo se había encogido.
Benjamín se midió el gorro que llevaba puesto el espantapájaros, pero era muy grande para él.
Luego el sugirió que llenaran el pañuelo con cebollas, como un regalo para su tía.
Pero Pedro no se la estaba pasando bien, el siguió escuchando ruidos por el jardín.
Por lo contrario, el pequeño Benjamín se sentía perfectamente en casa, comiendo lechuga. Dijo que el acostumbraba venir al jardín con su papá los Domingos a piscar lechuga para la cena. La lechuga sí que estaba sabrosa.
El papá de Benjamín se llamaba el viejo Don Benjamín Conejo.
Pedro no había comido nada y dijo que quería regresar a casa, y dejo que se cayeran la mitad de las cebollas.
El pequeño Benjamín dijo que no era posible trepar el árbol de peras con un pañuelo lleno de vegetables. Entonces los dirigió hacia el otro extremo del jardín. Ellos caminaron a la orilla de la pared de ladrillos.
Los ratones de allí estaban comiendo cerezas en la puerta de sus casas, y cuando pasaron, los ratones les guiñaron a los conejitos.
Nerviosamente, Pedro soltó devuelta el pañuelo que contenía las cebollas.
Llegaron junto unas macetas cuando Pedro escucho unos ruidos peores, que sus ojos se pusieron igual de redondos que unas paletas de dulce. Los ruidos que escucho eran de una gata.
Pedro caminaba enfrene de Benjamín cuando de repente se detuvo.
El pequeño Benjamín nomas tuvo que mirar una vez y en menos de un minuto, se escondieron él y Pedro debajo de una grande canasta.
La gata se levantó, se estiro y luego empezó a olfatear la canasta.
Talvez a ella le gustaba el aroma de las cebollas. De todos modos, ella se puso arriba de la canasta, y estuvo sentada allí por cinco horas.
Por estar debajo de la canasta por mucho tiempo, y con las cebollas con su aroma, Benjamín y Pedro empezaron a llorar.
Cuando la madera de la canasta empezó a ponerse más y más caliente, los conejitos sabían que ya se estaba haciendo tarde.
En rato se escucharon unos pasos que andaban de prisa.
La gata volteo hacia arriba y vio al viejo Don Benjamín Conejo caminando a lo largo de la terraza superior.
Él estaba fumando su pipa de tabaco, y tenía entre sus manos una varita.
El viejo Don Benjamín estaba buscando a su hijo y no le importaban los gatos. El dio un tremendo brinco desde la terraza superior y cayó sobre la gata, asustándola.
El la correteo hasta que ella se metió dentro de la casita invernadero de plantas y él le puso la cerradura a la puerta.
El viejo Don Benjamín regreso hacia la canasta, y por las orejas saco a su hijo, el pequeño Benjamín, dándole una nalgada con la varita.
Luego saco a su sobrino Pedro, tomo el pañuelo con las cebollas y se marchó del jardín.
Cuando el Sr. McGregor regreso una media hora después, observo unas cosas que lo traían rascándose la cabeza.
¡Parecía como si alguien había caminado por todo el jardín con un par de zuecos de madera – solo que las pisadas eran demasiadas pequeñas!
Y también no pudo comprender como la gata se pudo ella misma encerar en la casita invernadero de plantas, especialmente laqueando la puerta por fuera.
Cuando Pedro llego a su casa, su mama lo perdono. Le dio gusto que Pedro había podido encontrar sus zapatos y abrigo.
Pedro y Algodón doblaron el pañuelo mientras la Sra. Coneja colgó las cebollas con una cuerda en el techo de la cocina, junto con las hierbas, y tabaco de conejo.