El Lobo y Los Siete Chivitos
Audio Type:
story
Language:
English Title:
The Wolf and the Seven Young Goats
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Duration:
6:39
Transcript:
El cuento que van escuchar hoy es “El Lobo y los Siete Chivitos”, narrado por Maribel.
Habia una vez una mamá chiva, quien tenía siete chivitos. Ella quería mucho a sus chivitos igual que cualquier madre quisiera a sus hijos.
Un día, Mamá Chiva tenía que ir al bosque a buscar comida para que ellos comieran. Entonces ella los llamo y les dijo, “Mis niños queridos, voy a ir al bosque. ¡Tengan cuidado con el lobo! Si el se llega a meter a la casa, se los comerá a todos. Ese demonio se disfraza como otros, pero podrán reconocerlo por su voz ronca y profunda, y sus patas negras.
Los niños entonces dijeron, “Está bien mama, seremos cuidadosos.”
Despidiéndose de sus chivitos, Mamá Chiva se fue sin pendiente. No paso mucho rato que Mamá Chiva se fue, cuando alguien toco a la puerta, y dijo, “Abran la puerta, hijos queridos. Su madre a regresado y les ha traído algo para cada uno de ustedes.”
Pero los chivitos sabían que esa era la voz del Lobo.
“No abriremos la puerta,” ellos bramaron. “Tú no eres nuestra madre. Ella tiene una voz suave y dulce, y la tuya es ronca. Estamos seguros de que tú eres el Lobo.”
El Lobo se fue y compro un bonche de gis, que luego se comió, y esto hizo que su voz se pusiera suave.
El regreso a la casa de los chivitos, toco a la puerta y dijo, “Abran la puerta hijos queridos. Su madre a regresado y les ha traído algo para cada uno de ustedes.”
Pero el Lobo había puesto una pata en la ventanilla, donde lo vieron los chivitos, y ellos bramaron, “No abriremos la puerta. Nuestra madre no tiene patas negras como tú. ¡Tú eres el Lobo!”
Inmediatamente el Lobo corrió hacia la panadería y le dijo al panadero, “Tengo un moretón en mi pata, por favor, póngale masa.” Y el panadero le puso masa en las patas del Lobo.
El Lobo luego corrió hacia el molinero y le dijo, “Échele harina a mi patas.”
El Molinero pensó, “Este viejo Lobo piensa echarse a alguien” y el molinero se negó.
Pero el Lobo dijo, “Si no lo haces, ¡te comeré!”
El Molinero, muerto de susto, le empolvo las patas del lobo con harina.
Ahora por tercera vez, el Lobo toco la puerta de la familia chiva, y dijo, “Abran la puerta hijos queridos. Su madre a regresado y les ha traído algo para cada uno de ustedes.”
Los Chivitos gritaron, “Enséñanos tu patas primero, así veremos si eres nuestra madre.”
El Lobo puso sus patas en la ventanilla, y cuando los chivitos vieron que eran patas blancas, ellos creyendo lo que el Lobo les había dicho, abrieron la puerta.
¡Pero pobre Chivitos! ¡Era el Lobo quien paso por la puerta! Estaban aterrados e intentaron esconderse. Uno se escondió debajo de la meza, el segundo debajo de la cama, el tercero en el ornó y el cuarto en la tina. El quinto en el armario, el sexto en el lavadero y el ultimo se encerró en el cajón de un alto reloj de pie.
El lobo encontró todos menos uno, comiéndose uno tras de otro. El único que no pudo encontrar fue al más pequeño, quien estaba en el alto reloj de pie. Cuando su apetito estuvo satisfecho, el Lobo se fue de la casa y al prado junto al rio, donde pronto se echó a dormir.
Después de un rato, Mamá Chiva regreso a casa. Y que terrible vista para ella cuando llego, la casa estaba patas para arriba. La puerta de enfrente estaba abierta, la meza, cillas, y banca estaban volteadas boca bajo, el lavadero de platos estaba roto, y las fundas de las almohadas y las cobijas de la cama estaban desgarradas.
Ella busco por toda la casa a sus chivitos, llamándoles por sus nombres, uno por uno, pero ninguno le respondía. Cuando empezó a llamar al chivito menor, una voz pequeña grito, “Aquí estoy madre mía, escondido en el alto reloj de pie.”
Mamá Chiva abrió la puerta del alto reloj de pie, y salió el chivito menor. Él le dijo a su madre que el Lobo llego y se devoro a todos sus hermanos.
Te podrás imaginar como lloro Mamá Chiva por sus chivitos.
Al fin con su dolor, Mamá Chiva salió de la casa, con su chivito menor a su lado. Fueron rumbo hacia el prado y allí encontraron el Lobo, dormido debajo de un árbol, las ramas sacudiendo con sus ronquidos. Con cuidado, ellos revisaron al Lobo por cada ángulo, y plenamente podrían ver como había movimiento adentro de su pansa.
“Es posible?” pensó Mamá Chiva, “que mis pobres chivitos estén vivos?”
Mamá Chiva mando a su cabrito menor a casa para que trajera tijeras, agujas, e hilo de coser. Inmediatamente ella corto un hoyo en el lado del monstro, y apenas estaba comenzando a agrandar el hoyo cuando uno de sus chivitos saco su cabeza. Pronto, el hoyo se hizo suficientemente grande que todo los seis chivitos salieron, uno detrás del otro, todos vivos, sin sufrir alguna lesión, que, por su codicia, el lobo se los comió enteros.
La alegría de Mamá Chiva era infinita. Abrazo a sus chivitos muy fuerte y salto por aquí y por allá, como si fuera un costurero el día de su boda.
Prontamente ella dijo, “Niños, busquen y traigan piedras grandes, y le llenaremos la pansa a esta bestia mientras está dormido.”
Los siete chivitos trajeron muchas piedras, lo más rápido que las podían cargar y rellenaron el Lobo hasta que ya no le cabían más. Rápidamente Mamá Chiva cosió el hoyo que le había hecho al Lobo sin que se diera cuenta de lo que paso.
Después cuando el Lobo se despertó de su sueño profundo, se levantó y las piedras hicieron que se sintiera con mucha sed, que quiso ir hacia el rio a tomar agua. Pero cuando dio un paso, las piedras se empezaron a rodar dentro de él, que el grito, ¡¿“Que son esos ruidos retumbando en mi estomago?! Pensé que eran seis niños de carne y huesos. Y ahora encuentro que pesan como si fueran piedras.”
El Lobo llego al rio, y cuando se agacho a tomar agua, las piedras por su peso, lo jalaron debajo del agua.
Los siete Chivitos vieron lo que paso y se pusieron a correr por todos lados de felicidad porque el Lobo ya no los iba a molestar. Y Mamá Chiva, bailo con la alegría de sus chivitos.