El Oro y Las Ratas
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story
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Transliterated Title:
El Oro y Las Ratas
English Title:
The Gold and the Rats
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Duration:
5:54
Transcript:
El Oro y Las Ratas
Hace muchos años vivía un rico comerciante de telas. Vendía tejidos muy suaves y elegantes que eran buscados por las damas más importantes de todo el país y, por lo mismo, se miraba obligado a viajar muy seguido.
Su casa era grande y segura, pero el hombre estaba un poco preocupado. Se rumoreaba que últimamente había ladrones rondando por el vecindario y se sentía inquieto ¿Y si entraban a robarle durante su ausencia? Antes de partir, visito a su mejor amigo para pedirle un gran favor.
– Amigo, como sabes, tengo que irme y temo que los ladrones asalten mi casa y roben mi caja de monedas de oro ¡Son todos los ahorros que tengo! Vengo a pedirte que la guardes tú porque eres la persona en quien más confío.
– ¡Por supuesto! Vete tranquilo que yo la cuidare muy bien hasta que vuelvas.
El comerciante se fue de viaje hizo sus negocios y una semana después regresó al pueblo. Lo primero que hizo fue ir a la casa de su amigo.
– ¡Hola! Acabo de llegar y vengo a recoger la caja de monedas.
– ¡Bienvenido! Me alegro de verte, pero… temo que tengo malas noticias para ti – dijo muy serio.
– ¿Cómo? ¿Qué pasa? ¿Algo no ha ido bien?…
– Pues la verdad es que no… Guardé las monedas que me disté dentro de un cofre cerrado con llave, pero vinieron las ratas, lo agujerearon… ¡y se comieron el oro!
Evidentemente, el comerciante no creyó semejante tontera y supo que le estaba mintiendo para quedarse con sus monedas. Puso cara de pena y fingió que le había creído el cuento.
– Oh, no… ¡Qué horror! – dijo llorando y tapándose la cara – ¡Esto es mi ruina! Toda mi vida trabajando para nada… Pero no te preocupes, sé que la culpa no es tuya sino de esas malditas ratas.
El amigo escuchaba sus lamentos en silencio. El comerciante continuó hablando.
– En fin… ¡Ya veré cómo salgo de esta desgracia!… A pesar de todo, quiero agradecerte el favor que me has hecho y mañana voy a preparar un rico asado. Me gustaría invitarte a comer ¿Te parece bien a la una?
El amigo aceptó encantado y, con una sonrisa maliciosa, se despidió pensando que ahora el rico era él ¡La jugada había sido perfecta!
Pero el comerciante, que de tonto no tenía ni un pelo, no tomó el camino a su casa, sino que, a escondidas, entró en el establo del estafador y se llevó su caballo. Al llegar a su casa, lo escondió, dispuesto a darle una buena lección.
Al día siguiente, tal y como esperaba, tocaron a la puerta. Era su amigo.
– Bienvenido a mi casa ¡La comida ya está lista! Pero… ¿Qué te sucede? Pareces muy preocupado…
– Sí, así es. Anoche alguien entró en el establo y robó mi caballo. Era un corcel de pura raza, el mejor que había en toda la comarca ¡Su valor es incalculable!
– A lo mejor – respondió el comerciante pensativo – se lo llevo la lechuza.
– ¿La lechuza?…
– ¡Sí, la lechuza! – repitió tratando de hablar muy serio –Anoche me asomé por la ventana y con mis propios ojos, vi una lechuza que volaba cerca de las nubes, cargando un caballo entre sus patas.
– ¡Tonterías! ¿Cómo una pequeña lechuza va a sujetar un enorme caballo? ¡Eso es imposible!
– No… ¡Sí que es posible! Si las ratas comen oro ¿Por qué te resulta extraño que las lechuzas puedan sujetar caballos en el aire?
El amigo captó la indirecta. Se dio cuenta de que la comerciante sabia de la mentira de las ratas y pretendía avergonzarlo. Rojo como un tomate, lo confesó todo y prometió devolverle las monedas. El comerciante, que era un hombre bueno y noble, lo perdonó y le sirvió un plato de deliciosa carne y un vaso de vino. Después, fue al establo por el caballo de su amigo y cada uno se quedó con lo que era suyo.
Moraleja: si tratas de engañar a alguien, es posible que al final te engañen a ti. Nunca hagas a los demás lo que no te gusta que te hagan a ti.