La Gallina Roja
Audio Type:
story
Language:
Transliterated Title:
La Gallina Roja
English Title:
The Little Red Hen
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Duration:
8:10
Transcript:
“La Gallina Roja”
La Gallina Roja vivía en corral de una granja. Pasaba casi todo su tiempo buscando lombrices.
A ella le encantaba comer lombrices, gordas y deliciosas, y pensaba que eran absolutamente necesarias para la salud de sus bebes pollitos. Cuando encontraba una lombriz ella los llamaba.
Cuando ellos venían, ella despedazaba la lombriz en cachitos y se los repartía. Ella si andaba muy ocupada.
El Gato, que flojamente dormía junto la puerta de la granja, no se molestaba en asustar al Ratón quien corría por aquí y por allá, por todos lados a su gusto. Y el Cerdo gordo que vivía allí, no le importaba que pasaba, nomás le importaba que podía comer y crecer gordo.
Un día la gallina roja encontró una semilla. Era una semilla de trigo, pero la gallina quien estaba acostumbrada a comer insectos y lombrices suponía que esto era un nuevo tipo de carne deliciosa. La mordió tiernamente y halló que no se parecía en ninguna forma al sabor de una lombriz porque era diferente, pero se parecía en lo largo y flaco que era, que cualquier gallina roja se hubiera confundido.
Curiosa, ella fue preguntando por aquí y por allá lo que era. Descubrió que era una semilla de trigo, y si la sembraba, crecería y cuando estuviera madura, podría ser convertida en harina y luego en pan.
Al enterarse de esto, ella sabía que la tenía que sembrar. La Gallina Roja estaba muy ocupada buscando comida para ella misma y su familia, y naturalmente pensó que no tendría tiempo de hacerlo.
Pensó en el Cerdo. – quien se ocupaba haciendo nada, se juntaba con el gato, y el ratón, quienes tenían muchas horas del día.
La gallina los llamo en voz alta, ¿“Quien sembrara la semilla?”
Pero el Cerdo anuncio, “Yo no.”
“Yo tampoco,” dijo el Gato.
“Yo menos,” agrego el Ratón.
“Bueno, entonces, lo are yo, “dijo La Gallina Roja.
Y si lo hizo.
Luego ella siguió con su rutina de cada día durante todo el verano, buscando lombrices, y alimentando a sus pollitos, mientras el Cerdo crecía gordo, el Gato también, e incluyendo el Raton. El trigo creció alto y estaba listo para cosechar.
Un día la Gallina Roja noto lo grande que había crecido el trigo, y que el grano estaba maduro. Ella corrió llamando ¿“Quien cortara el trigo?”
El Cerdo anuncio, “Yo no.”
“Yo tampoco,” dijo el Gato.
“Yo menos,” agrego el Ratón.
“Bueno, entonces, lo are yo,” dijo la Gallina Roja.
Y si lo hizo.
Ella procedió a tomar la hoz de las herramientas del granjero y corto toda la siembra de trigo.
En el piso cayó bien cortadamente el trigo, listo para ser recogido y trillado, pero los pollitos más recién nacidos de la Gallina Roja, chillaban a todo mundo que su madre los estaba descuidando.
¡Podre Gallina Roja! Se sentía tan desorientada que no sabía por dónde empezar.
Su atención estaba dividida por sus obligaciones de madre y por su responsabilidad sobre el trigo.
Una vez más, con esperanza en su voz, ella llamo, ¿“Quien trillara el trigo?”
El Cerdo gruño, anunciando “Yo no.”
“Yo tampoco,” dijo el Gato.
“Yo menos,” agrego el Ratón.
La Gallina Roja, viéndose desanimada, dijo, “Bueno, entonces, lo are yo.”
Y si lo hizo.
Por supuesto, primero le tuvo que dar de comer a sus pollitos, y ponerlos a dormir para su siesta de la tarde. Cuando se quedaron dormidos, ella salió y trillo el trigo.
Cuando termino, ella dijo, ¿“Quien llevara el trigo al molinero para moler?”
Dándole la espalda, el Cerdo anuncio, “Yo no.”
“Yo tampoco,” dijo el Gato.
“Yo menos,” agrego el Ratón.
La Gallino Roja no tuvo más que decir nomas que, “Yo lo are.”
Y si lo hizo.
Cargando el costal de trigo, ella camino lejos al molino. Allí ordeno que el trigo fuera molido a harina blanca. Cuando el molinero le trajo su harina, ella camino lentamente todo el camino a casa.
A pesar de lo pesado que estaba el costal de harina, ella consiguió atrapar una jugosa lombriz para comer, y otra para llevarle a sus pollitos. Esas pelotas peludas de pelo amarillo estaban muy contentas de ver a su madre. Y por primera vez, realmente la valoraban.
Después de ese verdadero agotante día, la Sra. Gallina se retiró a su cama en el corral, más temprano de lo que acostumbraba, antes que los colores del cielo cambiaran en el atardecer.
Ella le hubiera gustado despertarse mas tarde en la mañana, pero sus pollitos despertaron temprano y empezaron a cantarle los buenos días.
Con un ojo medio cerrado, un pensamiento le vino en mente, que el trigo, de una forma o otra, debería ser convertido en pan.
Ella no acostumbraba a cocinar pan, pero cualquiera lo podría hacer si seguían la receta a pie de la letra, y ella sabía que lo podía hacer si era necesario.
Luego de asegurarse que sus pollitos habían comido y estaban cómodos para el resto del día, la Gallina Roja se fue en busca del Cerdo, el Gato, y el Ratón.
Confiada que algún día ellos la ayudarían, ella canto, ¿“Quien me ayudara cocinar el pan?”
¡Pobre Pequeña Gallina Roja! ¡Una vez más sus esperanzas se evaporizaron.
Por qué el Cerdo anuncio, “Yo no.”
“Yo tampoco,” dijo el Gato.
“Yo menos,” agrego el Ratón.
Entonces, una vez más, la Gallina Roja dijo, “Yo lo are.”
Sintiendo que ella podría haber sabido todo el tiempo que tendría que hacerlo todo ella misma, se puso un mandil y la gorra de cocinero. Primero, empezó por asegurarse que la masa estuviera lista. Cuando estaba segura, ella saco la tabla de moldear y todos los contenedores de hornear, amoldo el pan, lo partió en secciones y luego los metió al horno para cocinar.
Todo este tiempo el Gato, flojamente se reía y carcajeaba. Y muy cercas, el Ratón vanidoso, se empolvaba su nariz y se admiraba el mismo en el espejo. A la distancia, se podían escuchar los ronquidos del Cerdo.
Al fin llego el momento. El delicioso aroma de pan volaba por el aire ese día de otoño. Por todos lados de la granja, los animales olían el aire con placer.
La Gallina Roja camino sin prisa hacia el ornó, que era por lo cual había mucha emoción.
¡No era extraño que ella era la persona más emocionada del corral!
La Gallina Roja no sabía si el pan estaba bien cocinado para comer, pero alegría de alegría, que cuando salieron los panes del ornó, preciosos y dorados, estaban hechos a la perfección.
Y luego, alomejor por costumbre, la Gallina Roja llamo, ¿“Quien comerá el pan?
Y todos los animales del corral miraban hambrientos y lamian sus labios en anticipación.
Y el Cerdo anuncio, “Yo lo are.”
“Yo también,” dijo el Gato.
“Yo me apunto” agrego el Ratón.
Pero la Gallina Roja dijo, “No, no se lo comerán. Yo lo are.”
Y si lo hizo.