Las Hadas (The Fairies)
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Language:
Transliterated Title:
Las Hadas
English Title:
The Fairies
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Duration:
5:15
Transcript:
LAS HADAS
Había una vez una viuda que tenía dos hijas; la mayor se le parecía tanto en el carácter y en el físico, que quien veía a la hija, le parecía ver a la madre. Ambas eran tan desagradables y orgullosas que no se podía vivir con ellas. La menor, verdadero retrato de su padre, por su dulzura y suavidad, era además de una extrema belleza. Como por naturaleza amamos a quien se nos parece, esta madre tenía locura por su hija mayor y a la vez sentía un odio cruel por la menor. La hacía comer en la cocina y trabajar sin cesar.
Entre otras cosas, la niña tenía que ir dos veces al día a buscar agua fuera de la casa, y volver con una enorme jarra llena. Un día que estaba en la fuente, se le acercó una pobre mujer pidiendo algo de beber.
—Como no, mi buena señora. —Dijo la hermosa niña. Y tomando de inmediato su jarra, sacó agua del mejor lugar de la fuente y se la ofreció. La buena mujer, después de beber, le dijo: —Eres tan bella, tan buena y, tan amable, que no puedo dejar de hacerte un don —pues era un hada que había tomado la forma de una pobre viejita para ver hasta donde llegaría la gentileza de la joven—. Te concedo el don de que por cada palabra que pronuncies, saldrá de tu boca una flor o una piedra preciosa. Cuando la hermosa joven llegó a casa, su madre la reprendió por regresar tan tarde de la fuente.
—Perdón, por haberme demorado —dijo la pobre muchacha—. Y al decir estas palabras, le salieron de la boca dos rosas, dos perlas y dos grandes diamantes. —¡Qué estoy viendo!, dijo su madre, sorprendida; ¡parece que de la boca le salen perlas y diamantes! ¿Cómo es eso, hija mía? Era la primera vez que le decía hija. La pobre niña le contó ingenuamente todo lo que le había pasado, no sin que le salieran de la boca una infinidad de diamantes. —Verdaderamente —dijo la madre— tengo que mandar a mi otra hija. ¡Mira lo que sale de la boca de tu hermana cuando habla!, ¿te gustaría tener un don semejante? Bastará con que vayas a buscar agua a la fuente, y cuando una pobre mujer te pida de beber, ofrécesela muy gentilmente. —¡Claro que si! —respondió la joven—, ¡iré hoy mismo a la fuente!
Ella fue, pero siempre renegando. Tomó el más hermoso jarro de plata de la casa. No hizo más que llegar a la fuente y vio salir del bosque a una dama magníficamente arreglada que vino a pedirle de beber: era la misma hada que se había aparecido a su hermana, pero que se presentaba bajo el aspecto y con las ropas de una princesa, para ver hasta dónde llegaba la maldad de esta niña. — ¿Acaso vienes a pedirme algo de beber? —le dijo de forma grosera esta niña—¡Justamente, he traído un jarro de plata nada más que para darte de beber! Aquí tienes, si eso es lo que quieres.
—No eres nada amable —repuso el hada sin irritarse—. ¡Está bien! ya que eres tan poco atenta, te otorgo el don de que a cada palabra que pronuncies, te salga de la boca una serpiente o un sapo.
La madre no hizo gritar al verla: — ¡Y bien, hija mía!— ¡Y bien, madre mía! respondió la malvada echando dos víboras y dos sapos de la boca. —¡Cielos! —exclamó la madre—. ¿Qué estoy viendo? ¡Su hermana por su puesto tiene la culpa! —y corrió a reclamarle. La pobre niña corrió y fue a refugiarse en el bosque.
De casualidad, el hijo del rey, hiba de regreso de la caza, la encontró y viéndola tan hermosa le preguntó qué hacía allí sola y por qué lloraba.
“¡Ay!, señor, es mi madre que me ha echado de la casa.” El hijo del rey, que vio salir de su boca perlas y diamantes, le rogó que le dijera de dónde le venía aquello. Ella le contó toda su aventura. El hijo del rey se enamoró de ella, la llevó con él al palacio de su padre, donde se casaron. En cuanto a la hermana, se fue haciendo tan odiable, que su propia madre la echó de la casa; y después de haber ido de una parte a otra sin que nadie quisiera recibirla, se fue a vivir al fondo del bosque.