Cenicienta (Cinderella)
Audio Type:
story
Language:
Transliterated Title:
Cenicienta
English Title:
Cinderella
Tags:
Audio File:
Duration:
10:16
Transcript:
Cenicienta
Una vez hubo un caballero que se casó con una mujer muy orgullosa y creída. La mujer tenía dos hijas de su matrimonia anterior, que eran, de hecho, exactamente como ella en todo. El caballero también tenía una hija joven, de su matrimonia anterior, que era inigualablemente bondadosa y amable.
La madrastra no podía soportar las buenas cualidades de esta linda niña, y menos porque hacían que sus propias hijas parecieran más odiosas. La ponía a hacer los trabajos más humildes de la casa: lavar los platos, limpiar las mesas, y limpiaba el cuarto de la señora, y la de sus hijas. Ella se acostaba en una miserable cama de paja, mientras que sus hermanastras estaban en hermosas habitaciones, sobre camas de la última moda, y donde tenían espejos tan grandes que podían verse de la cabeza a los pies. Cuando había terminado su trabajo, salía al rincón de la chimenea y se sentaba entre cenizas y cenizas, lo que la hacía llamar Cenicienta.
Sucedió que el hijo del rey invito a todas las personas del reino a un gran baile. Las dos hermanastras estaban enormemente encantadas con esta invitación y inmediatamente mandaron a buscar a la mejor mujer para las maquillar y peinaran. Empezaron a elegir sus vestidos, zapatos, y joyas que se iban a poner. Este fue un nuevo problema para Cenicienta; porque las dos hermanas estaban probándose toda su ropa dejando un reguero que Cenicienta tenía que recoger. Cenicienta era la quien planchaba la ropa de sus hermanas y la alzaba.
Cenicienta les ofrecía sus servicios para vestirlas, lo cual estaban muy dispuestas a aceptar. Mientras hacía esto, le dijeron:
"Por mi parte", dijo la mayor Hermana, "llevaré mi traje de terciopelo rojo con adornos franceses".
“Y yo”, dijo la más joven, “tendré mi gran vestido ampón; y me pondré mi manto de flores de oro y mi collar de diamantes, que está lejos de ser el más común del mundo ".
"Cenicienta, ¿no estarías contento de ir al baile?"
"¡Pobre de mí!" dijo ella, “sólo te burlas; este baile no es para gente como yo ".
"Tienes razón", respondieron ellas; "Harías reír a la gente al ver a una Cenicienta en un baile".
Cualquiera otra persona las hubiera vestido mal, pero Cenicienta era muy buena, y las vistió perfectamente. Por fin llegó el día feliz; las dos hermanastras y su madrastra subieran al carruaje y Cenicienta las siguió con la mirada todo el tiempo que pudo, y cuando los perdió de vista, se echó a llorar.
Su ada madrina, que la vio llorando, le preguntó qué le pasaba.
“Ojalá pudiera… desearía poder…”; ella no pudo hablar el resto, siendo interrumpida por sus lágrimas.
Esta madrina suya, que era un hada, le dijo: “Ojalá pudieras ir al baile; ¿No es así?"
"Sí", gritó Cenicienta, con un gran suspiro.
"Bueno eres una buena niña, ", dijo su madrina, " me las arreglaré para que te vayas". La llevó a su habitación y le dijo: "Corre al jardín y tráeme una calabaza".
Cenicienta fue inmediatamente a recoger una calabaza del jardín y se la llevó a su madrina, sin poder imaginar cómo esta calabaza la haría ir al baile. Su madrina le quitó todo el interior, sin dejar nada más que la cascara; Luego la golpeó con su varita mágica, y la calabaza se convirtió instantáneamente en un hermoso carruaje, adornado por todas partes de oro.
Luego encontró siete ratoncitos, quien eran amigos de Cenicienta, y con un pequeño golpe de su varita mágica, convertido a los ratoncitos en hermoso caballos color gris. El ultimo ratoncito, la hada madrina lo convirtió en un cochero alegre.
Entonces la hada madrina le dijo a Cenicienta:
“Bueno, ves aquí un carruaje apto para ir al baile; ¿no estás satisfecho con él? "
"¡Oh! sí”, gritó ella; "¿Pero cómo voy a ir al baile así come estoy, con esta ropa fea?"
Su madrina apenas la tocó con su varita y, en el mismo instante, su ropa se convirtió en telas de oro y plata, llenas de joyas. Hecho esto, le dio un par de zapatillas de cristal, las más bonitas del mundo. Así Cenicienta se subió a su carruaje; pero su madrina, sobre todo, le ordenó que no se quedara hasta pasado de la medianoche, diciéndole al mismo tiempo que si se quedaba un momento más, el carruaje volvería a ser una calabaza, sus caballos y cochero ratoncitos, y sus ropas se vuelven como antes. Le prometió a su ada madrina que iría del baile antes de la medianoche; y comenzó el camino al baile llena de alegría.
Cuando llego Cenicienta al baile, al hijo del Rey le dijeron que había venido una gran princesa, a la quien nadie conocía, y el corrió a recibirla; le dio la mano cuando ella se abajo del carruaje y la llevo de la mano al baile entre toda la compañía. Inmediatamente hubo un profundo silencio, la gente dejo de bailar y los violines dejaron de tocar, tan atentos estaban todos a contemplar la belleza de la mujer desconocida, que el realidad era Cenicienta. Ni, sus propias hermanastras la reconocían.
El hijo del rey la llevo al asiento más honorable y luego la llevó a bailar con él; bailaba con tanta gracia que todos la admiraban cada vez más.
Cenicienta, estaba disfrutando el baile y la compañía del príncipe que olvidó por completo lo que le había recomendado su madrina. De repente oyó que el reloj daba las doce; levantó y huyó rápidamente. El príncipe la siguió, pero no pudo alcanzarla. Dejó una de sus zapatillas de cristal al correré a su carruaje, y el príncipe recogió la zapatilla. Cenicienta llegó a casa, pero sin aliento, y con su ropa vieja y desagradable, solamente le quedaba de recuerdo una de las zapatillas.
Cuando llegó a casa corrió a buscar a su madrina y, después de darle las gracias. Cenicienta estaba llena de alegría. Mientras le contaba ansiosamente a su madrina lo que había pasado en el baile, sus dos hermanas llamaron a la puerta, y Cenicienta corrió y abrió.
"¡Cuánto tiempo te has tardado en abrir la puerta!" gritaron ellas.
“Hubieras estado en el baile”, dijo una de sus hermanastras, “Allí llegó la princesa más hermosa, la más hermosa jamás vista”.
Cenicienta parecía muy indiferente al respecto; de hecho, les preguntó el nombre de esa princesa; pero le dijeron que no lo sabían y que el príncipe estaba muy enamorado con ella y que daría todo el mundo por saber quién era.
Lo que dijeron fue muy cierto; unos días después el príncipe hiso que se proclamara, al canto de la trompeta, que se casaría con aquella a cuyo pie le quedara la zapatilla. Comenzaron a probar la zapatilla a las princesas del reino, luego las duquesas y a todas las mujeres de la corte, pero era en vano. El príncipe llego a dar a la casa de Cenicita, y las dos hermanas se probaron la zapatilla. Ellas hicieron todo lo posible para meter el pie en la zapatilla, pero no pudieron hacer que les quedara.
Cenicienta, que vio todo esto y conocía su zapatilla, les dijo riendo: "Déjame ver si no me queda bien a mí".
Sus hermanas se echaron a reír y empezaron a bromear con ella.
Pero cuando Cenicienta se probo la zapatilla le quedaba perfectamente. El asombro de sus dos hermanas fue excesivamente grande, pero aún más cuando Cenicienta sacó de su bolsillo la otra zapatilla.
Sus dos hermanas descubrieron que ella era la hermosa dama que habían visto en el baile. Se arrojaron a sus pies para pedirle perdón por todos los malos tratos que le habían hecho sufrir. Cenicienta las tomó y las abrazarlas, gritando que las perdonaba con todo su corazón.
El príncipe, que estaba esperando afuera de la casa entro corriendo cuando escucho los gritos de alegría. Miro que a Cenicienta le quedaban las zapatillas y reconoció que Cenicienta era con la que había bailado en el baile. De pocos días se casaron y vivieron felizmente. Este es el fin del cuento de Cenicienta.