La Princesa Peli-Rubia y El Gran Cuerve Nego
Audio Type:
story
Language:
Transliterated Title:
La Princesa Peli-Rubia y El Gran Cuerve Nego
English Title:
The Princess Golden-Hair and the Great Black Raven
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Duration:
7:15
Transcript:
“La Princesa Peli-Rubia y el Gran Cuervo Negro”
Había una vez un Rey con tres hijas, las dos mayores eran bonitas, pero la hija menor, quien se llamaba Princesa Peli-Rubia, era la más bella señorita de toda la tierra.
Un día el Rey se fue de casería con toda su gente. Cuando se estaba atardeciendo, el se encontró en un lugar del bosque que nunca había estado antes. No podía distinguir el norte del sur, del este al oeste. Camino de por aquí, hacia allá. Y lo más lejos que caminaba, los menos cercano estaba junto al camino hacia casa. Mientras caminaba, el Rey se encontró en su camino con un cuervo, tan negro como el hollín de la chimenea y con ojos que brillaban como dos carbones de lumbre.
“Hacia dónde va mi Rey?” le pregunto el Gran Cuervo.
“No lo sé,” dijo el Rey. “ando perdido.”
“Mire,” dijo el Cuervo, “yo le enseñare el camino a casa fuera del bosque, si usted me promete que su hija menor será mi esposa.”
El Rey dijo, “No, no podré hacer eso. Mi menor hija es la luz de mis ojos.”
“Bueno, entonces,” dijo el Gran Cuervo, “me voy. Usted no tendrá otra manera de salir del bosque, y se quedará aquí el resto de su vida.”
Nadie hará mucho antes de quedarse en el bosque oscuro para siempre, y aunque era mal negocio, el Rey le prometió al cuervo que, si le enseñaba el camino a casa, el tendría como esposa a la Princesa Peli-Rubia. El Cuervo voló en frente del Rey, enseñándole el camino a casa.
“Mañana,” dijo el Cuervo, “vendré por mi novia.”
Y si, cuando amaneció el siguiente día, allí estaba el Cuervo sentado fuera del castillo del Rey para que le mandaran a la Princesa Peli-Rubia.
Pero no era la princesa a que le había pedido, porque el Rey ordeno que disfrazaran a la hija del porquero en un vestido de la Princesa Peli-Rubia, y fue a ella quien se fue con el Gran Cuervo Negro.
“Un Gran Cuervo Negro,” el Rey dijo a el mismo, “nunca podrá distinguir entre la hija de un porquero y una verdadera princesa.”
El Cuervo se llevó a la hija del porquero en su espalda, y volaron lejos, arriba del bosque, y de las montañas, hasta que llegaron a una casa de paja, que estaba sentada encima de un montecito. Y no había nadie en la casita, nomás una cantidad enorme de muchos y distintos pájaros.
Dentro la casa de paja, había una mesa, y encima de la mesa había una copa de oro con vino rojo, una copa de plata con vino blanco y una jarra de barro llena de cerveza amarga.
“Este es nuestro hogar,” dijo el cuervo, “y ahora mi querida, ¿no beberás un refresco después de un largo viaje?”
Y sí, claro que la hija del porquero haría eso, porque estaba muy cansada. Ella fue hacia la mesa y bebió un trago largo de la cerveza, “porque” ella dijo a sí misma, “la copa de oro, y la copa de plata son muy finos para mi gusto.”
En esto se dio cuenta el cuervo que la muchacha no era la verdadera princesa, porque estaba satisfecha con la cerveza amarga cuando pudo haber escogido beber vino rojo de la copa de oro.
“Venga,” dijo el Cuervo, “regresaremos a casa, ¡porque usted no es la novia que busco!” Y una vez más, monto a la muchacha en su espalda, y volaron sobre todas las montañas y el bosque hasta que llegaron de vuelta al castillo del Rey.
“Vea!” grito el Cuervo,” esta no es la que yo quería. Entréguenme mi verdadera novia o ustedes sufrirán.”
Con esto, el Rey se asustó. “Esta bien,” dijo el, “venga mañana y usted tendrá su verdadera novia.”
Cuando vino la siguiente mañana, el Cuervo estaba esperando fuera del cerco del castillo. Pero, después de todo, no era la princesa que le entregaron, porque el Rey ordeno a la hija del mayordomo que le pusieran el vestido de la princesa, “porque seguramente,” se dijo el Rey a sí mismo, “ella es suficiente buena novia para el Gran Cuervo Negro.”
Entonces el Cuervo se la llevo en su espalda, volando hasta que llegaron a la casita de paja. Allí, estaba la copa de oro, la copa de plata, y la jarra de barro, justo como antes. Y ahora, como no, la querida doncella beberá un trago después de largo viaje.
Y si, ella bebería un trago, y tomo uno del vino blanco de la copa de plata, “porque la copa de plata me queda muy bien a por mí nivel como la hija de un mayordomo,” ella pensó a sí misma.
Pero el Cuervo muy bien vio que ella no era la verdadera princesa, o no hubiera estado satisfecha con la copa de plata. “Venga, regresaremos a casa, porque usted no es la novia que yo busco.” El Cuervo la monto a la muchacha en su espalda una vez más, y voló lejos hacia el castillo del Rey.
“Mire como me trata,” le dijo a Rey, “me promete una novia y me da otra. Mañana temprano vendré por la verdadera princesa, y si no me la entregan entonces, usted sufrirá por eso, porque yo le sacare los ojos, y derribare su castillo alrededor de sus oídos.” Y con eso, el Gran Cuervo Negro se fue volando.
Ahora sí que el Rey estaba terriblemente asustado, y veía que no podía engañar al Cuervo una vez mas. El siguiente día por la mañana el Cuervo regreso por la mismísima Princesa Peli-Rubia, y ninguna otra.
Arriba la monto en su espalda y voló con ella por el aire. La princesa no hacía nada más que llorar y llorar, y cuando llegaron a la casita de paja que estaba sentada arriba del montecito, ella se allegro suficiente por poder beber una gota para refrescarse.
Ello no le echo el ojo al jarro de barro, ni a la copa de plata. Ella fue directamente a rejuntar la copa de oro, que contenía el rico vino rojo que saboreo entre sus labios.
¿Y entonces que creen que paso? Pues, luego la casita de paja fue creciendo hasta que fue convertido en un gran castillo, echo de plata y oro, y todos los pájaros que estaba afuera se convirtieron en hombres y mujeres de servidumbre.
Y por el Gran Cuervo Negro, ya no era un cuervo, pero el príncipe más guapo de todo el mundo, y lo único negro de él eran los largos mechones rizados de su cabello. El beso a la Princesa Peli-Rubia, y dijo, “Ahora, sí que he encontrado a mi verdadera novia, y no otra. Me has liberado a mí y la gente y mi castillo de un hechizo que nadie, pero una verdadera princesa lo pudiera haber hecho. Un hechizo que la malvada de mi madrastra hizo y pudo ser roto por una verdadera princesa que bebiera de la copa de oro.”
Entonces ellos se casaron y tuvieron una gran fiesta.