Caleb se acuesta tarde
Transcript:
Este cuento se llama “Caleb se acuesta tarde,” escrito por Lauren Kratz-Prushko y leído por Daniel Fernando. Esta es una traducción y grabación de LibraryCall.
El pequeño Caleb tenía sueño, pero escondió sus bostezos detrás de su mano. Cuando su abuelo volteó a verlo con las cejas levantadas, el niño escondió otro bostezo detrás de su camión de juguete.
“Caleb, creo que ya es hora de acostarte”.
“Pero mi mamá no llega hasta tarde hoy, abuelito. Tengo que quedarme despierto para que ella me lea mi cuento para dormir”.
Su abuelito sonrió y dijo, “Sí, puedes quedarte despierto hasta que tu mamá llegue del trabajo, pero eso no quiere decir que no puedes bañarte, ponerte tus pijamas y cepillarte los dientes mientras la esperas.”
Caleb contó con sus dedos, “Uno: bañarme, dos: pijamas, y tres: cepillarme los dientes. ¡Ay, es demasiado que hacer!”. El niño se quejó y aventó sus manos al aire.
“Bueno, a veces yo no quiero bañarme ni cepillarme los dientes. Prefiero sentarme y ver mis programas en la tele, pero no te gustaría sentarte junto a mí todo apestoso, ¿o sí?”, le preguntó su abuelo.
“¡Claro que no!”. Su abuela se rio, caminando detrás de ellos y dijo, “Caleb, mi niño, cuida tus dientes para que sean fuertes y puedas seguir comiendo tus bocadillos favoritos. Todavía me acuerdo cuando tenías puras encías sin dientes.”
“Sí, abuelita. ¡Me decías ‘chimuelo’!”, Caleb se rio.
“Esa risita no quiere decir que no tienes que bañarte. Bueno, vamos a ver si todavía hay burbujas para el agua”, dijo su abuelo, levantándose de su sillón reclinado.
Después del baño, Caleb se puso sus pijamas de pingüinos, limpias y calientitas. Se lavó los dientes con un cepillo que estaba cubierto con imágenes de pingüinos. Mientras su cepillo eléctrico giraba en su boca, Caleb tuvo tiempo para pensar profundamente.
“¡He estado esperando una eternidad para acostarme tarde!”, pensó a sí mismo. “Ahora ya veré lo que todos hacen mientras duermo. Creo que mi hermana juega con mis juguetes, porque la oigo riéndose desde el otro cuarto.”
Caleb siguió pensando, guardando su cepillo de dientes. “Y sospecho que mi mamá, mi papá, mi abuelita y mi abuelito tienen una fiesta cada noche, bailando y comiendo pastel sin mí. Puedo ver la luz brillando bajo mi puerta. Oigo la puerta del refrigerador abriendo y cerrando, y pies pisando por todos lados.”
Caleb fue a su cuarto y agarró su peluche favorito, la Doctora Lisa Bebé, quien era una muñeca y también una doctora. Caleb marchó dentro de la cocina parado derecho y con una mano en la cadera, viendó a su papá lavar los trastes a su papá lavar los trastes.
Su papá volteó a verlo y sonrió. “Hola, Caleb. ¿Estás presumiendo tus pijamas de pingüinos nuevas? ¡Te ves muy bien!”
“No, papá. Ya pasó mi hora de dormir, y ahora voy a averiguar qué pasa por aquí cuando estoy dormido.”
Su papá asintió la cabeza hacia Caleb y la Doctora Lisa Bebé mientras cubría un plato para meter al refrigerador.
“¿Hay pastel en ese plato? ¡Sé que todos ustedes comen pastel mientras duermo! ¡Tienen merengue en toda la cara y no me dejan nada!”, gritó Caleb, pisoteando.
“No te preocupes, Caleb. ¡No te pierdes nada! Este plato de comida es para que se lo coma tu mamá cuando regrese del trabajo”, explicó su papá. Caleb levantó la cubierta del plato y vio arroz con vegetales, la misma cena que habían comido anteriormente.
“Pero, ¿dónde está el pastel?”, preguntó Caleb, decepcionado.
“Caleb, no comemos pastel sin ti noche tras noche. Puede que me tome una taza de té, pero no como pastel.”
Se sentó en la mesa, abrió su computadora, y tomó un trago de su té. Caleb se asomó hacia la taza de agua verde y arrugó las cejas.
“¿Vas a jugar juegos de video, papá? ¿Puedo jugar contigo?”
“Lo siento hijo, voy a hacer unos pagos y luego trabajaré un poco.”
Caleb vio la pantalla de la computadora de su papá. Vio muchos números, y nada divertido. Sacudió la cabeza y se retiró hacia la sala. “Discúlpame, papi.”
“Abuelita y abuelito deben de ser los que hacen fiestas y bailan por todos lados sin mí”, pensó Caleb.
“¡Ya los caché!”, gritó el niño, marchando dentro de la sala parado derecho, con una mano en la cadera y sosteniendo a la Doctora Lisa Bebé con la otra.
“Abuelitos, ¿van a tener una fiesta? Ya pasó mi hora de dormir, ¡y estoy aquí para cacharlos divirtiéndose sin mí, su propio nieto!”.
Su abuelita se rio y dijo, “no te preocupes, Caleb. ¡No te pierdes nada! Estoy jugando ajedrez en mi teléfono con mi amiga, quien vive muy lejos. Y después, yo también me voy a dormir”. Caleb vio el teléfono de su abuelita, el cual tenía piezas de ajedrez blancas y negras, pero no se movían.
Su abuelito también se rio, pausando su programa de televisión. “¿Qué locuras son estas? ¡Yo nunca tendría una fiesta sin ti y sin la Doctora Lisa Bebé!”.
Caleb se sentó junto a su abuela y dijo, “Pero abuelito, no estoy loco…”
“No quiere decir que estás loco. ¡Locuras son cosas que son tan ridículas que te hacen reír! No te preocupes, Caleb. ¡No te pierdes nada! Voy a ver la tele y luego me voy a dormir”.
Caleb miró a la pantalla de la televisión y vio un montón de gente en vestidos grandes y trajes elegantes. No se parecía a ninguna de sus caricaturas favoritas. Miró a su alrededor; no había pastel, y sus abuelitos no estaban bailando.
“Pero, ¿cómo es que cuando estoy en mi cuarto, oigo pisotones? ¿Y, a veces, cuando me despierto a tomar agua, las luces siguen prendidas?”.
“Solo es tu abuelito pisoteando hacia el refrigerador para tomar agua. Y, en vez de ver la tele, ¡se queda dormido enfrente de ella!”, explicó su abuelita, riéndose de su propio chiste.
Caleb se reclinó en el sillón y bostezó, pero trató de esconder su bostezo detrás de una almohada. Finalmente, sacudió su cuerpo para despertarse, y dijo, “Voy a ir a ver qué está haciendo mi hermana en su cuarto.”
Antes de irse, Caleb volteó la cabeza y dijo, “abuelito, que no se te olvide cepillarte los dientes antes de irte a acostar”.
Su abuelito puso dos pulgares hacia arriba.
Caleb marchó dentro del cuarto de su hermana, parado derecho y con una mano en la cadera. Abrazó a la Doctora Lisa Bebé con la otra y pisoteó con un pie.
“¡Aaaaajá!”, gritó Caleb. “¿Estás escondiendo mis juguetes para jugar con ellos mientras duermo? Bueno, pues ahora estoy despierto. ¡Y ya te caché!”
Su hermana movió la mirada de su celular y puso sus ojos en blanco. “¿Oye amiga, te puedo regresar la llamada en un ratito? Es que Caleb está en mi cuarto. Ya pasó su hora de dormir, así que está gritando locuras.”
“¡Hola!”, dijo Caleb, tratando de poner su cara frente al celular de su hermana. “No estoy gritando locuras, ¡y no estoy loco!”, les explicó a las chicas.
“No te preocupes, Caleb. ¡No te pierdes nada! Cuando cuelgue el teléfono, voy a terminar mi tarea y bañarme. Después, me voy a dormir. Solamente juego con tus juguetes cuando estoy contigo, amiguito”, explicó.
Caleb estaba confundido, y también tenía mucho sueño. Parecía que no se estaba perdiendo nada, y su familia no estaba haciendo nada divertido sin él.
De repente, Caleb escuchó unas llaves y la puerta de la casa abriéndose. Era su mamá. “¡Hola, ya llegué a casa!”, dijo.
El niño corrió a su cuarto a esperarla. Esponjó sus almohadas, se aseguró de que la Doctora Lisa Bebé y su osito de peluche estuvieran cómodos, y que su libro de cuentos favorito estuviera listo para leer.
Escuchó a su mamá pasando por cada cuarto de la casa, saludando a todos con besos y abrazos, y finalmente llegó al cuarto de Caleb.
“Hola, mi niñito”, dijo su mamá. Se quitó su chamarra del trabajo y se sentó junto a Caleb.
“No te preocupes, mami. No te perdiste nada”, respondió Caleb. Se acurrucó junto a su mamá, listo para escuchar su cuento para dormir favorito.
El fin.
Gracias por escuchar “Caleb se acuesta tarde,” un cuento escrito por Lauren Kratz-Prushko y leído por Daniel Fernando. Esta fue una grabación y traducción de LibraryCall.