El regalo de Ana
Audio Type:
story
Language:
English Title:
Ana's Gift
Tags:
Audio File:
Duration:
15:07
Transcript:
Este cuento se llama El regalo de Ana: un cuento de Día del niño, escrito y leído por Lorena Romero.
El Día del niño es una festividad que se celebra alrededor del mundo. México celebra anualmente el 30 de abril. El objetivo es que los niños se sientan especiales regalándoles juguetes, llevándolos a comer un helado o planeando un día divertido para ellos.
En Estados Unidos, muchas bibliotecas celebran el Día de los niños y día de los libros, una celebración establecida por la Asociación de Bibliotecas de los Estados Unidos, también llamada ALA. Esta celebración, comúnmente referida como “Día”, fue fundada por la autora Pat Mora en 1997 para destacar la importancia de la literatura para niños. Las bibliotecas planean eventos especiales y los niños reciben libros gratis.
Este cuento está basado en el Día del niño tal como se celebra en México el 30 de abril.
Esta es una grabación de LibraryCall.
“95, 96, 97” contó Ana, anotando líneas pequeñas en su cuaderno.
“98, 99…”
"¡NOVENTA Y NUEVE!" ella gritó. “¡Papi, solo necesito una más! ¡Solo una muñeca más!”
“Maravilloso, mi niña”, dijo su papá, abrazándola.
“¡Una, sólo una! ¡Una más!” Ana cantó en los brazos de su padre.
"La mimas demasiado", dijo una voz detrás de ellos. Tanto Ana como su papá se dieron la vuelta y vieron a su mamá parada en la puerta. Ella no se veía feliz.
“Ella nunca va a entender el valor de nada si le das lo que quiere todo el tiempo” agregó Mamá, poniendo los ojos en blanco.
“Déjala”, respondió papá. "Se supone que debo hacer feliz a mi hija, ¿no?"
Ana volvió su atención a su impresionante colección de muñecas. “¡Una muñeca más y tendré cien!”, pensó.
Ana había trabajado muy fuerte en su colección de muñecas. Bueno, su papá aparecía con ellas. Cada vez que viajaba, se iba por mucho tiempo, pero siempre regresaba con una muñeca. Esta vez, su papá le había traído una muñeca hermosa con un kimono de Japón. La vez pasada, le había traído una muñequita rubia con un vestido azul, un gorrito y diminutos zuecos de madera de Suecia. Todas eran tan prístinas y hermosas, y solo necesitaba uno más para alcanzar su objetivo.
Cuando el papá de Ana regresaba de sus viajes, ella siempre preguntaba a dónde había ido y por qué se había ido tanto tiempo. Él siempre respondía: “Trabajo duro para que puedas tener lo que quieras”. Luego sacaba una caja elegante con una muñeca bella y a ella se le olvidaba todo lo demás.
Ana llevó dos muñecas hacia sus papás, quienes todavía discutían sobre su papá siempre viajando o lo que sea.
“¡Papi! ¡Mami! ¿Quieren jugar con mis muñecas?”.
"Estoy tan cansado. Estuve en el avión todo el día. Tal vez la próxima vez”, bostezó papá.
"Buenas noches", le dijo con un beso en la frente. Se fué a su cuarto y cerró la puerta. Ana bajó la cabeza, triste porque cada vez que le preguntaba, su papá estaba demasiado cansado para jugar.
Su mamá suspiró y la abrazó. “Esta bien hija, yo juego contigo”.
Al día siguiente, Ana se despertó con su pared casi llena de muñecas. Cada mañana, se despertaba y les daba los buenos días a cada una.
Bajó las escaleras y fue a la cocina, donde sus papás estaban desayunando. Su mamá había hecho huevos rancheros, ¡sus favoritos!
“Buenos días”, sonrió mamá. "¿Dormiste bien?"
"¡Si!" respondió Ana, sentándose a lado de su papá. “Duermo tan bien cuando estás en casa, papi”.
El papá de Ana sonrió y besó su cabeza, y volvió su atención a su periódico.
“¡Estoy tan emocionada por hoy! ¿Adónde vamos a ir a comer helado?” preguntó Ana con la boca llena de comida.
"Lo siento, hija. Tengo que ir a hacer algo para mi trabajo…” respondió su papá con su cara oculta detrás del periódico.
“Pero dijiste que pasaríamos el día juntos”, gimió Ana. “¡Te vas otra vez en solo 2 días!”
“Ya sé, mi amor, pero mañana mi empresa tiene una colecta de juguetes para el Día del niño. Este año estamos reuniendo donaciones de juguetes para dárselos a niños que los necesitan. Tengo que ir de compras."
Ana tiró su tenedor y cruzó los brazos, haciendo un puchero. “¡Yo también soy una niña! ¿A mí también me toca un juguete?”
Su papá suspiró y bajó el periódico. "Está bien, ¿por qué no vamos todos juntos?"
El puchero de Ana desapareció inmediatamente. "¡Sí! ¡Puede que consiga mi muñeca número 100 el día de hoy!”, exclamó, saltando de su silla con emoción.
“Absolutamente no”, dijo su mamá desde el otro lado de la mesa.
“¿Por qué no?” le preguntó papá, visiblemente molesto. “Si le damos la muñeca estará feliz por el resto del día”.
“Le acabas de dar una muñeca ayer. No podemos seguir dándole un juguete todos los días”, respondió mamá. “Ana, termina tu desayuno y vístete, por favor”.
En el carro, los papás de Ana discutieron sobre la muñeca, luego sobre los viajes de papá, pero las peleas no eran nada nuevo. Ellos discutían cada vez que papá estaba en casa, pero cuando no estaba, mamá lo extrañaba y lloraba en su cuarto. Los adultos eran tan complicados.
Ana y sus papás llegaron a la tienda de juguetes, y ella no podía esperar para elegir su muñeca. Era perfecto que su muñeca número 100 iba a ser una que ella misma elegiría. Ana corrió dentro de la tienda y fue directamente al pasillo de muñecas. Inspeccionó a cada una para asegurarse de que la número 100 cupiera en su colección perfectamente.
De repente, vio la muñeca perfecta. Era edición especial de México. Tenía el cabello en trenzas y tenía un vestidito folklórico bellísimo de colores rojo y verde. Se llamaba “Fernanda” y era perfecta.
Ana vio a sus papás en la fila para pagar y corrió para mostrarles la última parte de su colección.
"¡Papá! ¡Mamá! ¡La encontré!" Ana exclamó, sosteniendo la muñeca hacia sus papás. Papá sonrió, pero solo duró un segundo antes de que mamá comenzara a discutir con él otra vez sobre comprarle otro juguete. Ana aprovechó esa oportunidad para correr alrededor del cajero y le pidió que escaneara la muñeca rápidamente. ¡Sus papás ni se dieron cuenta!
“¡Los espero en la entrada!” Le gritó a sus papás, pero ellos seguían discutiendo. No podía esperar a llegar a casa, así que sacó a Fernanda de su caja en ese mismo momento.
Mientras admiraba la última pieza de su colección, sintió un par de ojos mirándola por la puerta. Había una niña del otro lado viendo a su muñeca. Ana, sorprendida, saltó un poquito y acercó su muñeca a ella misma. La niña al otro lado atravesó la puerta lentamente.
“Qué bonita”, dijo. “Tu muñeca está hermosa, ¿puedo verla?”
"¡No, es mía!" Dijo Ana, escondiendo a Fernanda a sus espaldas.
"Puedes ver la mía si quieres". La niña sacó una pequeña muñeca de su bolsillo. Era una muñeca María, que es muñeca de trapo mexicana. Estaba sucia y uno de los ojos se estaba cayendo.
“Solamente es una María, están en todas partes”, respondió Ana, groseramente. “Mi muñeca es especial. Es como una versión mejorada de la muñeca María. Las venden adentro si quieres una.”
“No tengo suficiente dinero para comprar algo aquí, solo me gusta ver a los juguetes por fuera”, respondió la niña. “Pero está bien, mi muñeca es muy especial. Mi papá me la hizo”.
Ana estaba muy confundida. Los papás… ¿Hacían muñecas?
“¡Xóchitl, ven para acá!” Gritó la voz de un hombre desde fuera de la tienda.
“Me tengo que ir, mi papá me llama. ¡Adiós!"
La niña corrió hacia una familia sentada sobre una cobija en la banqueta. Había un hombre y una mujer con un bebé en sus brazos. En la cobija había un montón de muñecas Marías en venta.
Ana miró fijamente al papá y la hija jugando en el estacionamiento. El hombre colocó a la niña sobre sus hombros y corrió haciendo ruidos chistosos. La mujer los vio jugar y se rio. Papá nunca hacía nada así con Ana, ahora que ella lo pensaba.
Los papás de Ana finalmente pagaron y salieron de la tienda. A pesar de que habían salido con una enorme cantidad de juguetes, la otra familia no volteó a verlos ni una sola vez. Se estaban divirtiendo mucho jugando juntos, y Ana era la que no podía dejar de verlos a ellos.
Cuando llegaron a la casa, Ana y sus papás colocaron a Fernanda en la pared.
“Por fin, 100 muñecas”, dijo su papá, poniendo sus manos en los hombros de Ana. "¿Cómo te sientes?"
“No sé”, respondió Ana. “Hoy, cuando los estaba esperando, vi a una niña. Dijo que su familia no tenía dinero, pero ella tenía una muñeca María que le hizo su papá. Es que no entiendo. ¿Cómo puede ser tan feliz si no puede comprar juguetes?
Papá estaba confundido por la respuesta de Ana, pero mamá parecía pensativa.
“El dinero no es lo único que puede hacerte feliz”, respondió mamá. “Algunas personas son ricas en amor. Es la riqueza más grande que puede tener uno”.
Esa noche, Ana no podía dormir. Ella pensó que se sentiría diferente una vez que completara su colección de muñecas. ¿Si ella tenía todas estas muñecas hermosas, por qué no tenía la misma sonrisa de la niña con la muñeca María? ¡Esa niña no tenía casi nada!
De repente, todo tenía sentido. Quizás las muñecas no eran las que la hacían feliz. Tal vez la razón por que ellas eran tan especiales era la persona que se las regaló.
La mañana siguiente, su papá se despertó, pero mamá no estaba en la cama. El señor se puso la bata y sus chanclas y salió de cuarto. Escuchó un montón de ruidos desde la habitación de Ana, así que subió las escaleras. Cuando llegó a su puerta, se sorprendió por lo que vio. Ana y su mamá habían guardado cuidadosamente la colección entera de muñecas en cajas. La pared que había estado llena de muñecas ahora estaba vacía.
“¿Qué pasa? ¿Nos vamos a cambiar de casa?”, preguntó.
"¡Papá!", gritó Ana, corriendo a sus brazos. Su papá la cargó y volteó a mirar a la mamá, quien lo vio con curiosidad.
“No, no nos vamos a cambiar”, respondió la mamá. Ana dice que todo esto es para la colecta de juguetes de hoy.
Ana miró a su papá con una gran sonrisa y le dijo: “¡Así es, Papi! ¡Déjame ir contigo al evento del Día del niño!”
Ana y sus papás metieron las cajas al carro y se fueron. Por la primera vez, no hubo problemas. Nadie discutió sobre quién le estaba dando qué a Ana, o si ella tenía demasiado de algo. Sus papás simplemente se agarraron de la mano y hasta cantaron juntos con la música de la radio. Cuando llegaron al trabajo de su papá, Ana vio a varias familias esperando afuera del edificio. Los adultos y niños que esperaban para entrar y agarrar un juguete llenaban la fila con risas y alegría. Ana se dio cuenta de que ella misma nunca se había estado tan emocionada. ¡Estaba aún más contenta que cuando papá llegaba a casa con muñecas nuevas! Tal vez este era su nuevo sentimiento favorito.
Los empleados de su papá ayudaron a descargar las cajas del carro a un salón grande, donde las familias iban a elegir juguetes de las torres de donaciones. Ana estaba tan llena de emoción que apenas podía contenerlo. Cuando se abrieron las puertas, Ana brincó y dijo “¡Hola, amigos! ¡Feliz Día del niño!”
Las familias entraron y le desearon un feliz Día del niño a Ana. Ella les enseñó sus muñecas, diciéndoles el nombre de cada una y de dónde eran. Animó a cualquiera que quisiera una muñeca a tomar una, e hizo lo mismo con los juguetes nuevos que habían comprado el día anterior. Se aseguró de que cada niño que pasaba se fuera con un juguete. Una por una, las muñecas se fueron con dueños nuevos, hasta que solo quedó su muñeca más nueva, Fernanda.
Casi de que se acabara el evento, Ana vio una cara familiar. La misma niña de la juguetería la miraba de lejos, sosteniendo su muñeca María en sus manos.
Ana agarró la muñeca Fernanda y corrió hacia la niña y su familia.
“¡Hola Xohcitl!” exclamó.
"¿Recuerdas mi nombre?", respondió la niña.
"Por supuesto que sí." Ana vio a la muñeca Fernanda y regresó la mirada a Xóchitl. “Discúlpame por haber sido grosera ayer. Al principio, pensé que estabas celosa de mi muñeca, así que no te dejé verla. Pero cuando llegué a mi casa, me di cuenta de que tú eres la que tiene algo que yo quiero”.
Xóchitl parecía confundida.
“Toma”, dijo Ana, entregándole la muñeca a Fernanda a Xóchitl. “Es para tí. Nunca será tan especial como tu María, pero espero que te guste”.
Xótchitl se sorprendió. "¿Está segura? Pero apenas la compraste”.
"Sí, segura. ¡Feliz día del niño!” exclamó Ana, dándole un abrazote a Xóchitl. Ana comenzó a caminar hacia sus papás.
“¡Espera!” exclamó Xóchitl. Buscó en la bolsa de su papá y sacó una muñeca María.
“Felíz día del niño a ti también”, dijo Xóchitl, dándole un abrazote también. Xochitln corrió hacia su familia y se fueron.
Ana y sus papás ayudaron a limpiar después del evento. Todos soltaron un gran suspiro cuando terminaron.
“Estoy muy orgullosa de ti, hija”, dijo su mamá.
“Yo también estoy muy orgulloso de ti”, dijo su papá. “Pero, ¿qué te voy a traer de mis viajes ahora?”
“No necesito más muñecas”, respondió Ana. "Quiero jugar contigo. Quiero que nos vayamos de paseo en el carro y quiero que me hagas girar en el aire. No quiero más discusiones sobre juguetes. Prefiero que estés en casa con nosotros”.
Su papá miró a la mamá en estado de shock. “Yo también prefiero que estes en casa”, dijo la mamá con los ojos llorosos.
El papá tomó las manos de ambas. "Entiendo. Lo siento, yo sé que he estado mucho aquí últimamente. Trabajo duro para darte la mejor vida que puedo, pero estoy tan ocupado que no tengo tiempo suficiente contigo. Me aseguraré de tener tiempo para nosotros de ahora en adelante”.
La familia se abrazó y se fueron a comprar un helado. Ana estaba más feliz que nunca, sosteniendo las manos de sus papás y con su nueva muñeca favorita en su bolsillo.
El fin.
Gracias por escuchar El regalo de Ana: un cuento de Día del niño, escrito y leído por Lorena Romero. Esta fue una grabación de LibraryCall.