La Llorona (versión en español)
Audio Type:
story
Language:
English Title:
La Llorona
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Duration:
12:12
Transcript:
puede que este cuento le dé miedo a niños bajo la edad de siete años. Recomendamos que un adulto escuche con los pequeños.
Este cuento se llama La llorona, escrito y leído por Lorena Romero. Esta es una grabación de LibraryCall.
"¡No!", gritó Luna. “¡No me gusta! No me lo voy a comer. ¡De ninguna manera!"
Luna odiaba el plato frente a ella. ¿Carne? No, gracias. ¿Arroz y frijoles? Guácala. ¿Y AGUA también? ¿La estaban castigando?
Luna sabía que su mamá le había echado muchas ganas a la cena, pero ella quería comer conchas y champurrado. ¿Por qué tenía que comerse todas estas cosas asquerosas antes de llegar al postre? Simplemente no era justo, y Luna no iba a ceder.
“Hija, por favor, come tu comida”, dijo su mamá, “necesitas comer saludablemente para crecer fuerte”. Su mamá sonaba tan derrotada, pero Luna no se iba a rendir.
“¡NO!”, gritó Luna, arrojando su tenedor por el comedor, pateando y llorando en su silla.
“Mija, está bien”, dijo una voz suave desde la cocina. “Déjame hablar con ella”.
“¡Abuela!”, gritó Luna. Su abuela era su persona más favorita en todo el mundo, pero ni siquiera ella podría hacer que Luna comiera todas esas cosas asquerosas. “No me voy a comer esto. ¡Simplemente no lo haré!”
“Mijita”, dijo su abuela limpiando las lágrimas de los cachetes de Luna. “Tienes que ser agradecida por las bendiciones que tienes. No todos los niños del mundo tienen platos llenos como tú”.
“Pero no me gusta esta comida”, dijo Luna haciendo un puchero.
“Sabes, me recuerdas mucho a mí misma cuando yo era joven” le dijo su abuela. “Cuando yo tenía más o menos la misma edad que tú tienes ahorita, tampoco me gustaba mucho la comida que me hacía mi mamá. Se esforzaba tanto en hacerme platillos diferentes, y yo simplemente no los quería. Ni siquiera los probaba”.
"¿En realidad?" le preguntó Luna. "¡Pero siempre terminas tu plato cuando cenamos!"
“Sí mija, pero yo aprendí de la manera difícil. Te voy a avisar a ti como me avisó mi abuelita a mí. No quieres que ella venga por ti.”
"¿E-ella?", le preguntó Luna. "¿Quién es ella?"
“Déjame contarte. La gente le dice La Llorona”.
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“Hace mucho tiempo, había una mujer que vivía aquí en México. Creció en una pequeña casa cerca del lago de Xochimilco. Sus padres eran campesinos que cultivaban vegetales y los vendían en el Centro en lo que es hoy la Ciudad de México. Ahí, siempre veía a mujeres ricas con sus vestidos hermosos y carruajes elegantes. Las veía con sus maridos que les compraban todo lo que querían. Desde que era una niña chiquita, soñaba con vivir una vida de lujo.
La mujer creció a ser muy hermosa, por lo que tuvo muchos pretendientes. Granjeros humildes le pedían la mano en matrimonio casi todos los días, pero ella siempre los rechazaba. Ella sabía que ninguno de ellos serían capaz de darle la vida lujosa que deseaba.
Cuando sus padres fallecieron, ella continuó vendiendo verduras en el centro con la esperanza de conocer a un hombre rico con quien casarse. Un día un hombre con mucho dinero llegó a su puesto de verduras. Encantado por su belleza extraordinaria, el hombre le prometió comprarle una casa grande, joyas brillantes e incluso su propio carruaje. Él le prometió que nunca más necesitaría nada. Le regaló un anillo de compromiso que tenía el diamante más grande y brillante que había visto. Impresionada con su riqueza, ella le dijo que sí.
La mujer tuvo la boda de sus sueños. Sirvieron comida y bebidas elegantes a otras personas ricas. Pero su parte favorita fue su vestido de novia. Era blanco, largo y cubierto de joyas que brillaban a la luz de la luna. Su velo le cubría desde la cabeza hasta los pies, y la seguía varios metros detrás de ella. Poco después, la pareja se mudó a una mansión y la mujer de repente tuvo todo lo que quería al alcance de la mano. Unos meses después de su boda, la pareja tuvo dos hijos.
Con el tiempo, el dinero completamente cambió a la mujer de orígenes humildes. Se volvió desagradecida por las cosas que tenía. Ella, como tú y yo, no quería comer lo que le cocinaban sus sirvientes. Tiraba los platos por el comedor y exigía otros platillos. Cuanto más dinero tenía disponible, más lo gastaba en joyas y ropa cara.
Un día, la mujer y sus dos hijos regresaron a casa después de hacer las compras, solo para encontrar al esposo sentado en su sofá costoso con otra persona.
‘Necesito hablar contigo’, le dijo su esposo. ‘Niños, váyanse a sus cuartos.’ Ellos hicieron lo que se les ordenó.
La mujer miró fijamente a la otra persona tratando de averiguar quién era. Era una mujer joven y tan hermosa como lo fue ella alguna vez. Tenía el cabello largo y negro y ojos bonitos cafés.
‘Esta es mi novia’, le dijo su esposo, sacándola de sus pensamientos. ‘Me he enamorado de otra persona’.
La mujer no pudo ni hablar. Miró hacia abajo y notó que la novia estaba embarazada.
'Tengo un hijo en camino' dijo su esposo. ‘Necesito que los niños y tú se salgan de esta casa inmediatamente.’
Antes de que la mujer tuviera la oportunidad de decir algo, los sirvientes la llevaron a recoger sus cosas para que se fuera de la casa. En pánico, empacó tantas joyas como pudo. Se aseguró de empacar su vestido de novia y su velo, ya que eran sus posesiones más queridas.
Al salir, con lágrimas corriendo por su rostro, la mujer le preguntó a su esposo: ‘¿Adónde vamos a ir?’.
‘Todavía tienes tu casa en Xochimilco’, respondió. ‘Enviaré dinero para los niños una vez al mes. Adiós.’
La mujer volvió al lago completamente derrotada. Todos los aldeanos observaron su regreso entre chismes y risas. Le dió muchísima pena.
La mujer esperó y esperó a que su esposo enviara dinero para los niños, pero nadie vino. Ella fue a la mansión para confrontar a su esposo, pero la casa estaba vacía. Él había desaparecido por completo con su familia nueva.
'Está bien', pensó la mujer. '¡Simplemente buscaré a otro hombre rico!'
La mujer trató de encontrar un marido nuevo en el Centro, pero todos los hombres ricos recordaban lo grosera e ingrata que había sido cuando tenía dinero. Nadie quería casarse con ella. Para alimentarse a sí misma ya sus hijos, la mujer tuvo que vender sus joyas en El Centro, una por una. Esto mantuvo a la familia alimentada por un tiempo, pero finalmente se les acabó el dinero.
La familia pasó una semana entera sin comer. Los niños tenían tanta hambre que le rogaron a su madre que les diera comida.
‘¡No tenemos dinero!’, le gritó la mujer a sus hijos.
'Pero mamá, todavía tienes ese vestido blanco elegante. Tal vez podríamos venderlo para comprar comida.’
La mujer había conservado su vestido de novia y su velo, pero se negaba a venderlos. Eran las únicas cosas hermosas que le quedaban. ¡¿Cómo se atrevían a sugerir tal cosa?!
‘¡Váyanse a dormir!’, les gritó.
Esa noche, la mujer no podía dormir. No sabía si era porque no había comido en una semana o por la falta de descanso, pero estaba muy enojada.
‘Esos mocosos desagradecidos’, se dijo a sí misma. '¿Cómo se atreven a pedirme que me deshaga de mi vestido? Les he dado todo. ¡Todo!'
'Y su padre', pensó, cada vez más enfurecida. ¡Él arruinó mi vida! Les mostraré que pasa cuando se meten conmigo. ¡Se lo mostraré a todos!’
Entonces, en medio de la noche, la mujer se puso su vestido de novia. El vestido blanco de manga larga estaba tan hermoso y brillante como siempre. Colocó el velo largo sobre su cabeza y se acercó a sus hijos dormidos.
'Hijos, levántense', les susurró. 'Vamos a nadar.'"
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“¡¿N-nadar?! ¿Por qué querrían nadar en la noche?’, preguntó Luna con voz temblorosa. Este cuento ya le estaba dando miedo, pero su abuela continuó.
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“‘¡Ay, mis hijos! ¡Ay, mis hijos!’ Los gritos de una mujer despertaron a los otros aldeanos.
Uno de los campesinos salió de su casa. '¡¿Quién anda afuera?! ¿Está nadando alguien en el lago?’
El campesino corrió hacia el agua con una linterna para investigar. Ahí vio a una mujer parada en medio del lago, empapada y vestida de blanco.
‘¡Ay, mis hijos!’, lloraba la mujer. Cuando se acercó, el campesino vio la visión más espantosa que jamás pudo imaginar.
'¡AYUDA! ¡Ayuda por favor!', gritó el campesino en pánico. ¡Esta mujer ahogó a sus hijos!
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“¡Abuela! ¡Ya me dio mucho miedo!” gritó Luna, aferrándose a su silla.
“Dicen que después de que ahogó a sus hijos, la mujer volvió en sí, pero ya era demasiado tarde”, dijo su abuela. “Lloró y lloró al perder su posesión más preciada: sus hijos. Eventualmente, la mujer murió, pero eso no significa que se haya ido. La gente le dice La Llorona y aparece en el lago de Xochimilco. Sale empapada con su vestido de novia y su velo, en medio de la noche, desesperada por volver a abrazar a sus niños, ella llora ‘ay, mis hijos, ay mis hijos’
“Mira, Luna”, dijo su abuela, señalando la ventana de la cocina. “Dicen que cuando la gente es malagradecida, viene la Llorona. No quiere que nadie sufra como ella. Si no te cuidas, te va a visitar para recordarte a apreciar las cosas que tienes. Si sigues actuando así, es posible que la escuches llorar en medio de la noche
¡Luna estaba muy asustada! Miró a su abuela y lentamente volvió la cabeza hacia la ventana.
“Y si no quieres comer tu comida, o no quieres escucharme a mí o a tu mamá, está bien. Solo no veas hacia afuera, o un día podrías verla de blanco en la oscuridad, con agua goteando de su velo largo…”
De repente, Luna nunca había tenido tanta hambre en su vida.
EL FIN