El niño que quería más queso
Audio Type:
story
Language:
English Title:
The Boy Who Wanted More Cheese
Audio File:
Duration:
6:43
Transcript:
Este cuento se llama "El niño que quería más queso”, un cuento de Holanda escrito por William Elliot Griffis y leído por Daniel Fernando. Esta es una adaptación y grabación de LibraryCall.
Klaas era un niño holandés que vivía en una granja con muchas vacas. Siempre tenía buen apetito, y su madre decía que su estómago no tenía fondo. Su cabello era el color de camote, y se ponía un par de zapatos de madera que hacían un montón de ruido cuando corría rápido para atrapar un conejo, o cuando caminaba a la escuela en el camino de ladrillos. Klaas desayunaba pan, rebanadas de queso y leche fresca. Para cenar, comía más queso, pan y un plato lleno de papas hervidas cubiertas con mantequilla derretida. Siempre había mucha comida en su casa. Tenían rebanadas de pan más gruesas que el brazo de un hombre y suficiente queso para alimentar a un ejército. Pero aún así, Klaas siempre quería queso. Durante la cena, se quejaba con su familia y suplicaba por más, más, y más queso.
Una noche de verano, Klaas se fue a dormir de mal humor. Le había rogado a sus tres hermanas que le dieran sus porciones de queso, y comer tanto le había hecho sentir el estómago pesado como cemento. Una brisa suave entró por la ventana de su cuarto, así que Klaas se asomó para respirar aire fresco. De repente, ¡vio luces bailando debajo de un árbol! Un rayo de luz se acercó a su ventana, luego bailó de un lado a otro frente a él. Parecía susurrarle al oído mientras pasaba. Cuando los rayos de luz raros se movían juntos, Klaas pensó que tenían forma de personas.
"Hay mucho más queso. Ven con nosotras", dijo la voz susurrante.
¿Estaba dormido? Se frotó los ojos y escuchó atentamente.
"Ven con nosotras", dijo la voz otra vez.
Klaas se acordó de los cuentos de su abuela sobre damas del bosque que susurraban y ayudaban a los viajeros. ¿Podría ser que eran ellas? La luz dio vueltas y vueltas alrededor del techo de tejas rojas y se elevó tan alto en el cielo que el niño apenas podía verla. La voz dijo más alto: "Hay mucho más queso. Ven."
Klaas no pudo resistir la tentación. Se puso sus pantalones de lana y zapatos de madera, salió de su casa y corrió hacia la luz que le prometía queso. ¡Qué espectáculo tan raro! Al principio, Klaas pensó que las luces eran luciérnagas grandes. Pero rápidamente se dio cuenta que eran docenas de hadas hermosas, pequeñas como muñecas, pero animadas como grillos. Estaban llenas de luz, como si fueran lámparas con alas, bailando alrededor del pasto tomadas de la mano.
Las hadas rodearon a Klaas. Una de ellas, la más impresionante de todas, le susurró al oído: "Ven, baila con nosotras". Una docena de hadas brillantes empezaron a cantar juntas: "Tenemos mucho queso. Tenemos mucho queso. ¡Ven con nosotras!"
Klaas se sintió ligero como una pluma y empezó a bailar con ellas en el aire. Bailó y bailó toda la noche, hasta que el sol empezó a salir. Después de bailar, sus amigas hadas comenzaron a traerle queso, cortando trozos con un cuchillo dorado. ¡Ahora puedo comer todo el queso que quiera!, pensó el niño hambriento. Y así, comió y comió.
Pero, eventualmente, ya no quería comer. Quería descansar, ya que le dolían las mandíbulas y tenía el estómago lleno. Pero las hadas no lo dejaron detener, porque las hadas holandesas nunca se cansan. Volando en el cielo, desde el norte, sur, este y oeste, venían de todas direcciones con más y más queso. Cargaban quesos de diferentes sabores y tamaños, y comenzaron a colocarlo en el piso alrededor de Klaas. Las hadas más grandes llegaron con quesos enormes y redondos, rodándolos en el pasto. Había queso de granja, queso hecho en fábrica, queso suizo y, lo peor de todo, queso azul, que Klaas no soportaba debido a su olor fuerte.
Klaas tenía un trozo grueso de queso cheddar en una mano y un trozo grande de mozzarella en la otra. Pero el niño, quien creía que nunca se cansaría del queso, no podía comer más. Aún así, las hadas insistían que siguiera comiendo.
Pronto, los quesos se amontonaron tanto a su alrededor que comenzaron a tambalearse. Klaas pensó que la pared de queso seguramente se derrumbaría en cualquier momento. Gritó, pero las hadas, al no ser humanas, pensaron que Klaas estaba cantando de un modo extraño. Entonces, la pared alta de queso comenzó a caerse sobre él. Se estremeció, sabiendo que sería aplastado.
¡De repente, se despertó! ¡No estaba herido!
Parpadeando los ojos, Klaas vio que el sol salía detrás de los árboles y los pájaros cantaban. Sintió su ropa, que estaba mojada de sudor, y miró a su alrededor. No había hadas, pero entre sus dientes había un bocado de hierba que había estado masticando mientras dormía.
Esa noche durante la cena, cuando la madre de Klaas le preguntó si quería más queso, se sorprendió al escucharlo decir con disgusto: "No, gracias".
Colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Gracias por escuchar El niño que quería más queso, leído por Daniel Fernando. Esta fue una adaptación y grabación de LibraryCall.