El príncipe rana
Audio Type:
story
Language:
English Title:
The Frog Prince
Audio File:
Duration:
7:38
Transcript:
Este cuento se llama El príncipe rana, escrito por Jacob y Wilhelm Grimm, y leído por Daniel Fernando. Esta es una adaptación y grabación de LibraryCall.
Una mañana linda, una princesa llamada Luisa se puso su abrigo y sus zapatos, y salió a jugar en el bosque. Después de caminar un poco, llegó a un estanque y se sentó a descansar.
Había traído su pelota de oro favorita. Cuando se sentó, y sin pensar, aventó la pelota hacia arriba y la cachó. Eventualmente, aventó la pelota tan alto que rebotó de una rama de un árbol y se estrelló en el agua del estanque. Inmediatamente, la pelota se hundió, ya que estaba hecha de oro. La Princesa Luisa se asomó al agua y trató de encontrar su pelota, pero el estanque era tan profundo que no podía ver el fondo. Frustrada, empezó a llorar. “Daría todo por recuperar mi pelota,” se dijo a sí misma.
De repente, una rana con piel mojada y ojos sobresalientes salió del agua. “Princesa, ¿por qué llora?”
Sorprendida, la princesa respondió, “Mi pelota de oro se cayó al fondo del estanque. ¡Ayúdame a recuperarla!”
“Me encantaría ayudarle,” respondió la rana, “pero, en cambio, usted tiene que prometerme que me llevará a su casa, me dejará comer de su plato y dormirme en su cama.”
“¡Qué ridículo!”, pensó la princesa, “¡Yo nunca dejaría que esta criatura asquerosa toque mi cama! Pero esta es la única manera de recuperar mi pelota, así que fingiré estar de acuerdo.”
“Muy bien, si me regresas mi pelota, haré todo lo que quieras,” ella mintió.
“¡Espléndido!”, dijo la rana. Rápidamente, se sumergió al agua y regresó con la pelota en la boca. La aventó al piso y la Princesa Luisa corrió a recogerla. Estaba tan contenta de haber recuperado su pelota que se le olvidó la rana. Cuando se echó a correr, la rana gritó, “¡Princesa, lléveme con usted! ¡Me lo prometió!”. Pero ella ya se había ido.
Esa noche, cuando la princesa se sentó a cenar, escuchó un ruido raro. Plonk, plonk, plonk. Parecía como que algo estaba brincando en las escaleras de mármol. Después, escuchó una tocada a la puerta y una vocecita gritando, “¡Princesa, soy yo, la rana amable de hace rato! ¡Por favor, déjeme entrar!”
“¡Lárgate!”, gritó la princesa por la puerta cerrada.
“¿Ya se le olvidó su promesa?”, le preguntó la rana. Ella la ignoró y siguió cenando.
Eventualmente, su padre, el rey, escuchó la voz por la puerta y le preguntó a su hija: “¿Quién te llama, querida?”.
“Es una rana asquerosa”, ella respondió. “Me ayudó a recuperar mi pelota de oro del fondo del estanque en la mañana. Le prometí que podría vivir conmigo aquí en el castillo, pero nunca creí que de hecho sí se iría del agua. ¡Dile que se vaya, papá!”.
La respuesta del rey sorprendió a la princesita. “Luisa, hiciste una promesa, así que tienes que cumplirla. Ándale, déjalo entrar.”
De mala gana, la princesa abrió la puerta y corrió hacia su asiento en la mesa. La ranita brincó dentro del comedor— plonk, plonk, plonk. Siguió brincando hasta que llegó a los pies de la princesa Luisa.
“Hola princesa. Por favor póngame en la silla junto a usted.”
A la princesa le daba miedo tocar la rana, así que lo hizo tan rápido como pudo. Ya que la rana estaba sentada junto a la princesa, le dijo “Por favor acerque su plato hacia mí para que pueda comer de él.”
Qué bueno que ya comí, pensó la princesa.
Cuando la rana ya había comido lo más que pudo, le dijo, “Me siento cansado. Por favor lléveme al piso de arriba para que pueda dormir en su cama”. La princesa no estaba feliz con eso, pero llevó la rana a su cuarto y la puso en su almohada. La rana se durmió ahí toda la noche, mientras ella durmió en el piso.
Cuando los rayos del sol empezaron a entrar por la ventana, la rana se despertó, bajó las escaleras brincando—plonk, plonk, plonk— y se fue del castillo.
La princesa Luisa se sintió sorprendida y un poco aliviada. Creyó que nunca iba a volver a ver a esa rana otra vez.
Pero cuando regresó la noche y se sentó a cenar, otra vez escuchó los golpecitos a la puerta.
“¡Princesa, soy yo, su amigo rana!”
Supongo que no fue un compañero malo anoche, pensó la princesa, abriendo la puerta.
La rana brincó al comedor y le pidió comer de su plato y dormirse en su cuarto otra vez. (¡Esta vez, la rana ofreció dormir en el piso!).
Lo mismo pasó la tercera noche. Poco a poco, la princesa empezó a disfrutar la compañía de la rana. Él es muy amable y tiene muchas cosas interesantes que decir, ella pensó. Pero, ¿cuántas veces más puedo compartir mi cena con una rana?
Cuando la princesa se despertó la mañana siguiente, se asombró al ver, no una ranita verde, sino un joven guapo y vestido en ropajes magníficos. Cuidadosamente, caminó hacia él, sin poder creer lo que estaba viendo. Él sintió su mirada intensa y se despertó.
Le explicó a la princesa que de hecho era un príncipe quien había sido encantado por un hada malévola.
“El hada me convirtió en una rana y me dijo que la única manera de romper el hechizo era encontrar una princesa que me dejara comer de su plato y dormir en su cama por tres noches,” dijo el príncipe. “No solo rompiste el hechizo, sino también has sido una buena amiga.”
“¡Genial!”, dijo la princesa sonriendo y agarrando su pelota de oro. “¿Te gustaría jugar con la pelota?”
El príncipe se rió, y los dos amigos corrieron afuera, aventándose la pelota entre ellos.
El fin.
Gracias por escuchar El príncipe rana, un cuento escrito por Jacob y Wilhelm Grimm, y leído por Daniel Fernando. Esta fue una adaptación y traducción de LibraryCall.