El Ganso de Oro
Audio Type:
story
Language:
English Title:
The Golden Goose
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Duration:
7:15
Transcript:
Un hombre tenía tres hijos, el hijo menor le decían Simplón, todos se burlaban de él. Un día el mayor hijo fue al bosque a cortar leña; su madre le dio un pedazo de pan muy bueno y sabroso y una botella de jugo para que no pasara hambre ni sed. Al llegar al bosque se encontró con un viejito de pelo gris, que lo saludó amablemente y le dijo:
- Dame un pedacito de tu pan y un traguito de tu jugo, tengo hambre y sed.
El hijo mayor respondió
- Pan y jugo? ¡Yo no tengo nada, sigue tu camino y déjame! - el viejito siguió adelante. El hijo mayor se puso a cortar un árbol para juntar lena, pero en un descuido, se trompazo y se calló. Lastimándose el brazo, por lo que tuvo que regresar a su casa. Con esta mala suerte pagó el hijo mayor su conducta con el viejito.
Luego el segundo hijo fue para el bosque, y, como al mayor, su madre le dio comida, una torta y una botella de agua. También al él se le apareció el viejito con pelo gris, y le pidió un pedazo de torta y un trago de agua. Pero el hijo segundo le replicó:
- Si te doy de lo mío, yo me quedare sin nada, ¡no me molestes y sigue tu camino! Poco a poco el viejito, se alejó. El segundo hijo apenas había comenzado a cortar lena, y se resbalo sobre el lodo, pegando se en su pie. No podía trabajar más, u tuvo que regresar a su casa.
Dijo entonces el hijo menor, Simplón:
- Padre, déjame ir al bosque a buscar leña.
- Tus hermanos se han lastimado -contestó el padre-; tú también te lastimaras
Pero el chico insistió tanto, que, al fin, le dijo su padre: -Vete, pues, y buena suerte.
Le dio la madre una torta y un jugo para que no pasar hambre. Cuando llegó al bosque se encontró igualmente con el viejito del pelo gris, el cual lo saludó y dijo:
- Dame un poco de tu torta, y un trago de lo que llevas en la botella, pues tengo hambre y sed.
- Tengo una torta y una botella de agua, si te conformas, sentémonos y comeremos.
- Puesto que tienes buen corazón y eres generoso, te daré suerte. ¿Ves aquel viejo árbol de allí? Pues córtalo; encontrarás algo en la raíz -. Y con estas palabras, el viejito se despidió.
Simplón caminó al árbol y al llegar a la raíz encontró un ganso de plumas de oro puro. Se lo llevó y fue en busca de una posada para pasar la noche. El dueño de las posad, tenía tres hijas, que, al ver el ganso de oro, sintieron una gran curiosidad, y tenían el deseo de poseer una de las plumas de oro. La mayor hija pensó: "Será mucho que no encuentre una oportunidad para arrancarle una pluma," y, un momento en que el muchacho salió de su cuarto, la hija mayor agarro el ganso por un ala para arrancarle una pluma; pero los dedos y la mano se le quedaron pegados al ganso. La segunda hija, con la idea de llevarse también una pluma de oro; se acercó a su hermando con el ganso, pero al tocar a su hermana quedó pegada a ella si poderse soltar. Finalmente, paso la tercera hermana con el mismo propósito y las otras le gritaron:
- ¡para, no vayas a tocar ni al ganso ni a nosotros!
Pero ella, no comprendiendo por qué debía apartarse y pensando que, si sus hermanas estaban allí, también ella podía estar, se acercó y, apenas toco a su hermana y quedo pegada, sin poder soltarse. Y así tuvieron que pasarse la noche pegadas al ganso.
En la mañana, Simplón, agarro el animal bajo el brazo, y empezó el camino para su casa, sin preocuparse de las tres muchachas, que lo seguían. En medio del campo se encontraron con un tío de las muchachas, y el pregunto:
- ¿Muchachas adónde va tan de prisa? ¿Se ha olvidado de que hoy tenemos que prepararnos para la fiesta? -y corriendo hacia ellas, el agarro de las manos, quedando asimismo pegado también. Trotando así los cinco, se toparon con dos trabajadores que, con sus azadones al hombro, regresaban del campo. Al pasar junto al ganso de oro se quedaron fascinado y estiraron la mana para tocarlo, todos les gritaban: ¡No lo toques! Pero era demasiado tarde. Los dos trabajadores estaban pegados igual que los demás. Y ya eran siete los que acompañaban a Simplón y su ganso de oro.
Poco después llegaron a una ciudad, cuyo rey era padre de una hija tan seria que nadie, había logrado hacerla reír. Por eso el Rey proclamo que daría la mano de la princesa al hombre que fuera capaz de provocar su risa. Al enterarse de ello, Simplón arrastrando todos sus seguidores, se presentó a la hija del Rey, y al ver ella siete personas corriendo sin parar una tras otra siguiendo el ganso de oro se echó a reír tan fuerte y tan a gusto, que no podía para sus carcajadas. Entonces, Simplón y la princesa se casaron y celebraron la boda. Pasando el tiempo, Simplón heredó la corona, y durante largos años vivió feliz como rey con su esposa.