Cenicienta
Audio Type:
story
Language:
English Title:
Cinderella
Audio File:
Duration:
10:04
Transcript:
Este cuento se llama Cenicienta, escrito por Charles Perrault y leído por Lorena Romero. Esta es una adaptación y grabación de LibraryCall.
Érase una vez un caballero honrado que, después de la muerte de su primera esposa, se casó con una mujer desagradable que tenía dos hijas groseras.
El hombre tenía una hija, una joven amable e inteligente. La madrastra estaba celosa de las buenas cualidades de la chica, ya que era tan diferente de sus propias hijas. Entonces, la madrastra le dio los peores quehaceres de la casa: lavar los pisos y las escaleras, sacudir el polvo de los dormitorios y limpiar la chimenea. Y mientras sus hermanastras dormían en sus habitaciones amplias y cómodas, la pobre chica dormía en el ático sobre un colchón viejo de paja.
La chica sufrió en silencio y nunca se quejó con su padre, quien se sentía completamente intimidado por su esposa nueva. Cuando terminaba su trabajo diario, ella se sentaba en un rincón de la chimenea entre las cenizas. Por eso, las hermanastras le decían "Cenicienta". Y hasta eso, vestida con trapos sucios, Cenicienta era más bella que ellas con sus ropas finas.
Un día, el Rey del lugar donde vivían, anunció una serie de galas en el palacio real. Las hermanastras estaban ansiosas por conocer al príncipe y obsesionadas con los vestidos que se llevarían puestos al baile.
Llegó la fecha tan esperada y Cenicienta utilizó todas sus habilidades para ayudar a las jovencitas a prepararse. Cenicienta debía ayudar a sus hermanastras a que se vieran hermosas, pero era imposible, porque eran criaturas feas y malas. Mientras peinaba el cabello de la hermana mayor, la hermanastra de mal carácter dijo bruscamente: "Cenicienta, ¿no te gustaría ir al baile?"
“Ay, señorita” (por qué siempre la obligaban a decir señorita), “solamente se está burlando de mí; Sé que mi madrastra nunca me dejaría ir".
"Tienes razón; la gente solo se reiría al ver a alguien como tú en la gala".
Sin importarles el peso de sus palabras, su madrastra y sus hermanastras se apresuraron al palacio real. Cenicienta, sola en casa, una vez más se puso a llorar de tristeza.
Inmediatamente, su hada madrina apareció a su lado. "¿Por qué lloras, querida?"
"Ay, deseo … Deseo..." Ella sollozó.
"Quieres ir al baile, ¿no?"
Cenicienta asintió.
“Bueno, entonces irás. Primero corre al jardín y tráeme la calabaza más grande que puedas encontrar".
Cenicienta no entendía por qué necesitaba una calabaza para ir al baile, pero hizo lo que se le pidió. Su madrina tomó la calabaza y, después de sacar todas sus semillas, la golpeó gentilmente con su varita mágica. La calabaza mágicamente se convirtió en un carruaje dorado y espléndido.
Después, el hada madrina encontró seis ratones gordos y los transformó en hermosos caballos negros. Convirtió una rata en un chofer y tomó seis lagartijas del jardín y las transformó en seis mayordomos, todos con uniformes espléndidos. Inmediatamente, saltaron detrás del carruaje, como si hubieran sido sirvientes toda su vida.
“¡Ándale, Cenicienta! Es hora de ir al baile.”
"¿Con esta ropa?", dijo Cenicienta tristemente, mirando su vestido sucio.
La madrina se rio. Con su varita mágica, tocó suavemente a Cenicienta, y en un instante… ¡Puf! Un vestido maravilloso apareció en el cuerpo de Cenicienta, acompañado por unos zapatos de cristal preciosos.
“Ahora, Cenicienta, vete; pero recuerda, si te quedas un instante después de la medianoche, tu carruaje se convertirá en una calabaza, tu cochero a una rata, tus caballos a ratones y tus sirvientes a lagartijas. Y, por supuesto, tu ropa estará igual de rasgada como hace una hora."
Cenicienta le prometió que regresaría a tiempo.
Cuando Cenicienta llegó al palacio, el príncipe estaba parado en la entrada. Le ofreció la mano a Cenicienta y la guio cortésmente al salón de baile. Los invitados se susurraban unos a otros: "¡Vaya, qué belleza!" El rey le dijo a la reina que nunca había visto a una persona tan encantadora y elegante. Cenicienta sintió como si todo fuera un sueño.
El príncipe llevó a Cenicienta a bailar, y ella bailó con tanta gracia que él la admiraba cada vez más. Finalmente, Cenicienta escuchó el reloj dar al cuarto para las doce. Se despidió cortésmente del príncipe y de la familia real, se subió a su carruaje y llegó a su casa antes de medianoche.
Su madrina la saludó con una sonrisa y Cenicienta le pidió permiso para ir a otro baile la noche siguiente. ¡Había sido invitada por la reina ella misma! El hada madrina aceptó ayudar a Cenicienta la noche siguiente, y desapareció mágicamente.
Las hermanastras regresaron a casa un par de horas después.“¡Ay, Fue un baile maravilloso!”, dijo maliciosamente la hermana mayor. “El príncipe pasó la noche bailando con una chica hermosa y misteriosa. ¡Todos se preguntaban quién era, incluyendo el príncipe!"
“Sí, me lo imagino”, respondió Cenicienta con una sonrisa.
La noche siguiente, las dos hermanastras feas fueron al segundo baile, peinadas bien y vestidas lujosamente de pies a cabeza. Con la ayuda de su hada madrina, Cenicienta se fue al baile en secreto, luciendo más hermosa que nunca.
"Recuerda que la magia termina a la medianoche", dijo su hada madrina cuando partió su carruaje.
Esa noche, el príncipe no dejó el lado de Cenicienta. Los dos enamorados bailaron y platicaron por horas, y el tiempo pasó sin que ella se diera cuenta. Cuando estaban sentados juntos en una alcoba hermosa, Cenicienta de repente escuchó que un reloj comenzaba a dar las doce. Ella huyó lo más rápido que pudo. Confundido, el príncipe la siguió, pero no pudo alcanzarla.
Cenicienta llegó a casa sin aliento, cansada, harapienta y fría, sin carruaje, sirvientes o chofer. Lo único que le quedó como recuerdo de esa noche fue una pequeña zapatilla de cristal, ya que la otra zapatilla se le había caído en el salón de baile mientras escapaba.
Después de que Cenicienta huyó, el príncipe encontró la zapatilla de cristal. Él estaba enamorado y sabía que la dueña de esa zapatilla debería ser la futura princesa.
Unos días después, sonaron trompetas por toda la ciudad. Era un anuncio especial del palacio real. El rey había ordenado que todas las mujeres del reino que se probaran la zapatilla de cristal; su hijo se casaría con la persona a quien le quedara la zapatilla. Princesas, duquesas, señoras y doncellas se la probaron, pero, por ser una zapatilla de hadas, no le quedó a nadie.
Por fin, guardias del palacio llegaron a la casa de Cenicienta. La madrastra, aunque sabía bien que ninguna de sus hijas eran la dama bella que el príncipe buscaba, les llamó para que se probaran la zapatilla. Pero claro, la zapatilla no les quedó.
"¿Puedo probarme la zapatilla?", preguntó Cenicienta desde el rincón de la chimenea.
La madrastra y sus hijas se rieron. "¡Por favor! ¿Creen que Cenicienta sea la persona que busca el príncipe? ¡Es pobre, siempre está sucia y ni siquiera fue a los bailes en el palacio!"
Pero no pudieron detenerla. La orden era que todas las mujeres de la ciudad se probaran la zapatilla. Entonces, el guardia colocó la zapatilla de cristal en el pie de Cenicienta y le quedó perfectamente. Cenicienta sacó la segunda zapatilla de su bolsillo y la colocó en su otro pie. Con el toque de las zapatillas mágicas, se transformó de una chica vestida en trapos a la doncella elegante del baile.
Su familia estaba completamente perpleja. La madrastra, enojada, salió de la habitación, pero las hermanastras se arrojaron a los pies de Cenicienta, pidiéndole perdón por haber sido tan crueles. La chica amable las abrazó y les dijo que las perdonaba.
Cenicienta partió con los guardias al palacio del rey. Ella le contó todo al príncipe, quien escuchó sin sorpresa, ya que todos creían en la magia y en las hadas madrinas.
Al príncipe, Cenicienta le pareció más maravillosa y amable que nunca, y estaba encantado cuando ella aceptó a casarse con él. Vivieron felices en el palacio hasta sus últimos días.
Colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Gracias por escuchar Cenicienta, un cuento escrito por Charles Perrault y leído por Lorena Romero. Esta fue una adaptación y grabación de LibraryCall.