El cuento de Pedrito el Conejo
Audio Type:
story
Language:
English Title:
The Tale of Peter Rabbit
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Duration:
7:07
Transcript:
Este es El cuento de Pedro el conejo, escrito por Beatrix Potter y leído por Daniel Fernando. Esta es una adaptación y grabación de LibraryCall.
Había una vez cuatro conejitos llamados Flopsy, Mopsy, Colita de algodón y Pedro. Vivían con su madre bajo las raíces de un árbol. Una mañana, su mamá les dijo:
"Mis queridos, pueden ir a jugar al campo, pero aléjense del jardín del señor McGregor. Ya saben que le pasó a su padre ahí. ¡La señora McGregor atrapó y lo cocinó para la cena esa noche! Bueno, voy a salir. Vayan a jugar y no hagan travesuras".
Entonces la señora Coneja agarró su cesta y paraguas y se fue a la panadería a comprar pan dulce. Flopsy, Mopsy, y Colita de algodón eran conejitas muy bien portadas y fueron al bosque a recolectar moras. Pero Pedro, quien era muy travieso, ¡inmediatamente corrió hacia el jardín del señor McGregor y se metió por debajo de la cerca!
Primero, se comió unas lechugas y frijoles verdes, y luego se comió unos rábanos. Le empezó a doler la panza, así que fue a buscar un poco de perejil. Fue a comerse unos pepinos, pero… ¡ahí se encontró el señor McGregor! El viejo gruñón estaba de rodillas atendiendo a su jardín. Cuando vio a Pedro, saltó y agitó su rastrillo, gritando: "¡Detente, ladrón!".
Pedro, asustado, corrió por todo el jardín porque no podía encontrar el hoyo bajo la cerca por donde entró. Perdió un zapato entre las coliflores y el otro entre las papas. Sin zapatos, corrió en cuatro patas y fue más rápido. Hubiera escapado si no fuese por los botones de su chamarra, que se atoraron e n una red espinosa. Y peor, era su nueva chaqueta azul con botones dorados.
Pedro se dio por perdido y empezó a llorar, pero unos gorriones amistosos lo escucharon y volaron hacia él, diciéndole que no se rindiera y siguiera tratando de escapar la red.
El señor McGregor agarró una cubeta para atrapar al conejo, pero Pedro se liberó justo a tiempo, dejando su chamarra por detrás. Escapó hacia el cobertizo de herramientas y de un salto se metió en una regadera. Hubiera sido un escondite perfecto si no hubiera estado llena de agua. El señor McGregor estaba seguro de que Pedro estaba escondido en el cobertizo de herramientas, tal vez debajo de una maceta. Así que, cuidadosamente, volteó todas las macetas, checando debajo de cada una.
“A… a… ¡achís!”.
Pedro estornudó, por lo que el señor McGregor lo encontró. El señor trató de atrapar al conejo con su pie, pero Pedrito saltó por una ventana justo a tiempo, derribando tres plantas. Sin aliento y temblando de miedo, Pedro se sentó a descansar. No tenía la menor idea de donde ir, y estaba mojado por haberse escondido en la regadera. Después de un rato se levantó, lentamente dando pequeños saltitos -plop, plop, plop.
Miró alrededor y vió una puerta en la pared; pero estaba cerrada con llave y no había espacio debajo de ella para que un conejito gordo se apretara por ahí. Una ratona vieja estaba entrando y saliendo por un hoyo en el escalón de la puerta, llevando chícharos y frijoles a su familia en el bosque. Pedro trató de preguntarle cuál camino daba a la salida, pero la ratona tenía un chícharo enorme en la boca y no pudo contestar. Ella solo sacudió la cabeza y se fue. El pobre Pedro se echó a llorar otra vez. Trató de encontrar el camino directamente a través del jardín, pero cada vez se sentía más y más confundido.
Después de un rato, llegó al estanque en el que el señor McGregor llenaba sus regaderas. Una gata blanca estaba mirando a los peces dorados. Estaba sentada muy, muy quieta, pero de vez en cuando la punta de su cola se retorcía como si estuviera viva. Pedro pensó que lo mejor era irse sin hablar con ella, ya que su primo, el conejo Benjamín, le había advertido sobre los gatos.
Volvió al cobertizo de herramientas, pero de repente, muy cerca de él, oyó el ruido de una azada cortando la tierra- crac, crac, crac- y Pedro se escondió debajo de los arbustos. Al ver que no pasaba nada, salió, se subió a una carretilla y miró a su alrededor. Lo primero que vio fue la espalda del señor McGregor excavando cebollas. ¡Justo detrás de él estaba la salida! Pedro se bajó de la carretilla muy silenciosamente y corrió lo más rápido que pudo detrás de los arbustos. El señor McGregor lo vio en la esquina, pero Pedro rápidamente se deslizó por debajo de la cerca, finalmente escapando del jardín hacia el bosque.
Al darse cuenta que el conejo había escapado, el señor macgregor recogió la chamarra y los zapatos de Pedrito e hizo con ellos un espantapájaros para asustar a otros intrusos. Pedrito corrió sin ver hacia atrás hasta que llegó a su casa bajo el árbol. Estaba tan cansado que se acostó en la arena suave dentro de la madriguera y cerró los ojos. Su madre, que estaba ocupada cocinando, se preguntaba qué le había pasado a la ropa de Pedrito. ¡Era la segunda vez esta semana que regresaba sin ropa!
Bueno, lamento contarles que esa noche Pedro no se sintió muy bien. Su madre lo acostó y le preparó un té de manzanilla y le dio un trago a Pedrito. "Una cucharadita antes de dormir", ella dijo. En cambio Flopsy, Mopsy y Colita de Algodón cenaron pan dulce con leche y moras.
Colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Gracias por escuchar El cuento de Pedro el Conejo, escrito por Beatrix Potter y leído por Daniel Fernando. Esta fue una adaptación y traducción de LibraryCall