El cuento de Pedrito el Conejo
Audio Type:
story
Language:
English Title:
The Tale of Peter Rabbit
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Duration:
9:23
Transcript:
Este es El cuento de Pedrito el Conejo, escrito por Beatrix Potter. Esta es una traducción y grabación de LibraryCall.
Había una vez cuatro conejitos que se llamaban Flopsy, Mopsy, Colita de Algodón y Pedrito.
Vivían con su madre bajo las raíces de un inmenso árbol. Una mañana la mamá les dijo:
"Mis queridos, pueden ir a jugar al campo o por el camino, pero no vayan al jardín del Señor McGregor. Su padre tuvo allí un accidente. ¡La Señora McGregor lo puso en un pastel!"
"Ahora, vayan a jugar y no se metan en travesuras. Yo voy a salir".
Entonces la Señora Coneja cogió una cesta y su paraguas y se fue andando por el bosque a la panadería. Allí compró una barra de pan integral y cinco rollos de canela.
Flopsy, Mopsy, y Colita de Algodón, que eran buenos conejitos, se fueron por el camino a coger moras. Pero Pedrito, que era muy travieso, corrió de inmediato al jardín del
Sr. McGregor y se coló por debajo de la puerta!
Primero se comió unas lechugas y unos frijoles verdes, y luego comió unos rábanos. Después, como le dolía muchísimo la panza, fue a buscar un poco de perejil.
Pero cerca de un enrejado de pepinos...¡Se encontró el Sr. McGregor!
El Sr. McGregor estaba de rodillas plantando colecitas. Pero cuando vio a Pedrito, saltó y agitó un rastrillo, gritando:: "¡Detengan al ladrón!"
Pedrito estaba muerto de miedo. Corría por todo el jardín porque había olvidado el camino al regreso a la puerta.
Perdió un zapato entre las coles y el otro entre las patatas. Después de perderlos, corrió a cuatro patas y fue más rápido. Podría haberse escapado por completo si desafortunadamente no se hubiera topado con una red de grosella espinosa y hubiera sido atrapado por los grandes botones de su chaqueta. Era una chaqueta azul muy nueva con botones dorados.
Pedrito se dio por perdido y derramó grandes lágrimas. Pero sus sollozos fueron escuchados por unos gorriones amistosos que volaron hacia él con gran emoción, y le imploraron que siguiera intentándolo.
Sr. McGregor llegó con una cubeta que tenía la intención de usar para atrapar a Pedrito, pero Pedrito se liberó justo a tiempo, dejando su chaqueta detrás.
Se apresuró a entrar en el cobertizo de herramientas y de un salto se metió en una regadera.
Hubiera sido un escondite perfecto si no hubiera estado lleno de agua. El Sr. McGregor estaba muy seguro de que Pedrito estaba en algún lugar del cobertizo de herramienta, tal vez escondido debajo de una maceta. Comenzó a voltear las macetas con cuidado, mirando debajo de cada una.
De pronto, Pedrito estornudó, “¡a... a... chís!” Y el Sr. McGregor fue detrás de él. Trató de poner su pie sobre el conejito, pero Pedrito saltó por una ventana, derribando tres plantas.
Pedrito se sentó a descansar. Estaba sin aliento, temblando de miedo, y no tenía la menor idea de qué camino seguir. Además estaba mojado por haberse metido en la regadera.
Después de un rato comenzó a deambular, dando pequeños saltitos -plop, plop, plop- no muy rápido, y mirando a su alrededor. Encontró una puerta en la pared; pero estaba cerrada con llave y no había espacio para que un conejito gordo se apretara debajo.
Una vieja ratona estaba entrando y saliendo por el escalón de entrada de piedra, llevando guisantes y frijoles a su familia en el bosque. Pedrito le preguntó por el camino que le llevaría a la puerta de salida, pero la ratona tenía un guisante enorme en la boca y no podía contestar. Ella solo sacudió la cabeza hacia él.
Pedrito se echó a llorar. Trató de encontrar el camino directamente a través del jardín, pero se volvió cada vez más perplejo.
De pronto llegó al estanque en el que el Sr. McGregor llenaba sus regaderas. Una gata blanca estaba mirando a algunos peces dorados. Estaba sentada muy, muy quieta, pero de vez en cuando la punta de la cola se retorcía como si estuviera viva. Pedrito pensó que lo mejor era irse sin hablar con ella; había oído hablar de los gatos de su primo, el conejito Benjamín.
Volvió al cobertizo de herramientas, pero de repente, muy cerca de él, oyó el ruido de una azada cortando la tierra: Crac, crac crac. Pedrito se escondió debajo de los arbustos. Pero al ver que no pasaba nada, salió, se subió a una carretilla y miró a su alrededor.
Lo primero que vio fue al Sr. McGregor escardando cebollas. Estaba de espaldas a Pedrito y ¡más allá de él estaba la puerta!
Pedrito se bajó de la carretilla muy silenciosamente y empezó a correr tan rápido como pudo a lo largo de una caminata recta detrás de unos arbustos de grosella negra.
Sr. McGregor lo vio en la esquina, pero a Pedrito no le importó. Se deslizó por debajo de la puerta y finalmente estaba a salvo en el bosque fuera del jardín.
El Sr. McGregor recogió la chaqueta y los zapatos de Pedrito e hizo con ellos un espantapájaros para asustar a los mirlos.
Pedrito nunca dejó de correr o miró detrás de él hasta que llegó a su casa en el gran árbol.
Estaba tan cansado que se dejó caer sobre la bonita arena suave en el suelo de la madriguera del conejo y cerró los ojos. Su madre, que estaba ocupada cocinando, se preguntaba qué había hecho con su ropa. Era la segunda chaqueta y par de zapatos que Pedrito perdía en dos semanas!
Lamento decir que Pedrito no estuvo muy bien durante la noche. Su madre lo acostó y le preparó un té de manzanilla y le dio una dosis a Pedrito. "Una cucharadita antes de dormir", ella dijo.
En cambio Flopsy, Mopsy y Colita de Algodón cenaron pan y leche con moras.
Este fue El cuento de Pedrito el Conejo, escrito por Beatrix Potter y traducido y grabado por LibraryCall.