Rapunzel (en español)
Audio Type:
story
Language:
English Title:
Rapunzel
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Duration:
7:48
Transcript:
Este cuento se llama Rapunzel, escrito por los Hermanos Grimm y narrado por Lorena Romero. Esta es una grabación de LibraryCall.
Érase una vez un hombre y una mujer que desde hace mucho tiempo deseaban tener un hijo, pero en vano. En la parte trasera de su casa, había una ventanita que daba a un jardín bello, lleno de las mejores verduras y flores; pero estaba rodeado de un muro alto, y nadie osaba entrar en él, ya que le pertenecía a una bruja muy poderosa y temida por todo el mundo.
Un día la mujer se asomó a aquella ventanita a contemplar el jardín, y vio una terraza sembrada de arboledas frescas y verduras tan verdes que despertaron en ella un gran deseo de comerlas. El deseo crecía con cada día que pasaba, y como la mujer creía que nunca podría comerlas, se debilitó y palideció. Viéndola tan desmejorada, su marido le preguntó asustado: "¿Qué te ocurre?" - "¡Ay!", exclamó ella, "me moriré si no puedo comer las verduras del jardín que está detrás de nuestra casa."
El hombre, que quería mucho a su esposa, pensó: "Antes que dejarla morir conseguiré las verduras, cueste lo que cueste". Y, al anochecer, el hombre saltó el muro del jardín de la bruja, arrancó precipitadamente un puñado de verduras y se las llevó a su esposa. Ella se preparó enseguida una ensalada y se la comió muy a gusto; y le gustaron tanto, que, al día siguiente, su deseo de comerlas fue tres veces más intenso. Si quería gozar en paz, el marido debía saltar nuevamente al jardín. Y así lo hizo, al anochecer.
Pero apenas puso los pies en el suelo, tuvo un sobresalto terrible, pues la bruja surgió antes de él.
"¿Cómo te atreves", díjole ésta con mirada iracunda, "a entrar cuál un ladrón en mi jardín y robarme las verduras? Lo pagarás muy caro".
-"¡Ay!" respondió el hombre, "tenga compasión. Si lo he hecho, ha sido por una gran necesidad: mi esposa vio desde la ventana sus verduras y sintió un antojo tan grande de comerlas, que si no las tiene se morirá".
La hechicera se ablandó y le dijo: "Si es como dices, te dejaré coger cuantas verduras quieras, bajo una condición: tienes que darme tu primer hijo. Estará bien y lo cuidaré como si fuera su madre". El hombre estaba tan apurado que aceptó. Cuando nació el hijo, que era una niña, apareció la bruja y, después de ponerle el nombre de Rapunzel; se la llevó.
Rapunzel era la niña más hermosa del mundo. Cuando cumplió los doce años, la hechicera la encerró en una torre en medio de un bosque qué no tenía puertas ni escaleras; únicamente en lo alto había una ventana diminuta. Cuando la bruja quería entrar, ella pisoteaba el pie y gritaba:
"¡Rapunzel, Rapunzel, ¡Suéltame tu cabello!"
Rapunzel tenía el cabello magnífico y larguísimo, y era fino como hebras de oro. Cuando oía la voz de la hechicera se soltaba las trenzas, las envolvía en torno a un gancho de la ventana y las dejaba colgadas: y como tenían veinte varas de longitud, la bruja trepaba por ellas.
Después de algunos años, sucedió que el hijo del Rey, encontrándose en el bosque, pasó junto a la torre y oyó un canto tan melodioso, que tuvo de detenerse a escucharlo. Era Rapunzel, que entretenía su soledad lanzando al aire su voz dulcísima. El príncipe quería subir hasta ella y buscó la puerta de la torre, pero no la encontró, así que volvió al palacio. Sin embargo, aquel canto lo había arrobado de tal modo, que todos los días iba al bosque a escucharlo. Hallándose una vez oculto detrás de un árbol, vio que se acercaba la hechicera, y la escuchó gritar desde lo alto de la torre:
"¡Rapunzel, Rapunzel, ¡Suéltame tu cabello!"
Rapunzel soltó sus trenzas, y la bruja escaló a lo alto de la torre.
"Si esa es la escalera para subir hasta arriba", dijo el príncipe, "también yo la probaré". Y al día siguiente, cuando ya comenzaba a oscurecerse, pisoteó el pie y gritó:
"¡Rapunzel, Rapunzel, ¡Suéltame tu cabello!"
Enseguida descendió la trenza, y el príncipe subió.
En el primer momento, Rapunzel se asustó mucho al ver un hombre, pues sus ojos jamás habían visto ninguno. Pero el príncipe le dirigió la palabra con gran afabilidad y le explicó que su canto había impresionado a su corazón de tal manera, que el no había gozado ni un momento de paz hasta que hallara la manera de subir a verla. Cuando Rapunzel escuchó su voz, perdió el miedo. Y cuando el príncipe le preguntó si quería irse de la torre con él, ella respondió:
"Sí, me encantaría ir contigo, pero no sé cómo bajar de aquí. Cada vez que vengas, tráete una madeja de seda; con ellas trenzaré una escalera y, cuando esté terminada, bajaré y me llevarás en tu caballo". Convinieron en que hasta entonces el príncipe la visitaría todas las noches, ya que la vieja iba durante el día.
La hechicera no sospechaba nada, hasta que un día Rapunzel le preguntó: "Dime, tía, ¿por qué tardas tanto en subir? ¡El príncipe lo hace tan rápido!"
"¡Ay, malvada!" exclamó la bruja, "¿qué es lo que oigo? Pensé que te había aislado de todo el mundo, y, sin embargo, me has engañado". Y, furiosa, cogió las hermosas trenzas de Rapunzel, les dio unas vueltas alrededor de su mano izquierda y, empujando unas tijeras con la derecha, zis, zas, en un abrir y cerrar de ojos se las cortó, y tiró al suelo la cabellera espléndida. Y fue tan despiadada, que condujo a la pobre Rapunzel a un lugar desierto, condenándola a una vida de desolación y miseria.
El mismo día en que se había llevado a la muchacha, la bruja ató las trenzas cortadas al gancho de la ventana. Cuando se presentó el príncipe, dijo:
"¡Rapunzel, Rapunzel, ¡Suéltame tu cabello!"
La bruja las soltó, y por ellas subió el hijo del Rey. Pero en vez de encontrar a su adorada Rapunzel , se halló cara a cara con la hechicera, que lo miraba con ojos malignos y perversos:
"¡Ajá!", exclamó en tono de burla, "querías llevarte a la niña bonita; pero ella ya no está aquí y nunca volverá a cantar. Rapunzel ya está perdida para ti; jamás volverás a verla".
El príncipe, lleno de dolor y desesperación, se arrojó desde lo alto de la torre. Las espinas sobre las que cayó le salvaron la vida, pero le lastimaron los ojos. Herido y ciego, vagó por el bosque, llorando incesantemente por la pérdida de Rapunzel.
Y así vagó sin rumbo fijo durante varios años, miserable y triste, hasta que, por fin, llegó al desierto donde vivía Rapunzel. El príncipe escuchó una voz hermosa que le pareció familiar, y mientras se acercaba, Rapunzel lo reconoció y cayó sobre su cuello llorando. Dos de sus lágrimas le humedecieron sus ojos, y en el mismo momento se aclararon, y pudo volver a ver. La llevó a su Reino, donde ambos fueron recibidos con gran alegría, y vivieron muchos años felices y contentos.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.