El león y el ratoncito

Este cuento se llama El león y el ratón, basado en una fábula tradicional de Esopo, adaptada por Ryan Aoto y narrada por Daniel Fernando. Esta es una grabación de LibraryCall. En los pastizales de África, vivía un león. Era más grande y más rápido que los otros leones. De manera física, era el mejor león. Desafortunadamente, de manera social, era absolutamente el peor León. “¿A eso le llaman correr?”, le decía a los demás. “Soy muchísimo más rápido que ustedes. Estoy sorprendido que pueden atrapar comida.” Los leones viven en familias grandes que se llaman manadas. Normalmente, las leonas son las que cazan para comer. Pero este león no aceptaba la comida que traían. Nunca era suficientemente buena para él. “Yo no voy a comer eso”, decía. “Esa pieza no tiene suficiente carne”, se quejaba. “No arrancaron ese pedazo bien”, criticaba. “Lo haré yo mismo”. Un día, se tomó una siesta en una piedra bajo el sol. De repente, sintió picoteadas en la cara. Con un movimiento rápido de su pata poderosa, agarró la cosa que lo estaba molestando. Vio un ratoncito colgado de su cola en el aire. “¿Qué estás haciendo?”, gruñó el león. “¡Por favor, discúlpeme!”, chilló el ratoncito. “No me di cuenta que estaba acostado aquí, así que corrí a través de su nariz. ¡Por favor, no me coma! Si me suelta, haré cualquier favor que me pida”. “¡Ja ja ja! ¿Tú? ¿Hacerme un favor a mi? Ni los otros leones pueden hacer nada para ayudarme. ¿Qué podrías hacer por mí? El ratón tenía muchas ideas, pero le daba miedo decir algo que hiciera enojar al león. “Te voy a soltar. Eres demasiado pequeño. Ni puedes ser un bocado. Lárgate.” “¡Gracias!”, chilló el ratoncito, y se fue. Una semana después, el león estaba cazando por comida. Fue a esconderse detrás de unos árboles. Tan rápido pisó detrás de un árbol, una red se le cayó encima. El león luchó y jaló, empujó y se retorció, pero no pudo liberarse. El león no sabía qué hacer. Si ni siquiera él podía romper la red, ¿quién podría? Afortunadamente para el león, el ratoncito había oído sus rugidos. Vio al enorme león atrapado en la red. “No se preocupe, Señor León”, dijo el ratoncito. “Aquí estoy. Yo lo liberaré”. El ratoncito empezó a morder la red con sus dientes diminutos. “¿Tú?”, rugió el león enojado. “¿Qué puedes hacer? Está red es demasiado fuerte, hasta para mí. ¿Qué podría hacer un animal tan débil como tú?” El ratoncito ignoró al león y siguió mordiendo. Se tardó muchos minutos, pero eventualmente la red se rompió. “No lo puedo creer”, dijo el león sorprendido. “He pagado mi deuda”, dijo el ratón y corrió entre los arbustos. El león caminó lentamente de regreso al pasto. Pronto, tres leones corrieron hacia él. “¿Estás bien?”, le preguntaron. “Los pájaros nos dijeron que te habían atrapado en una red. Venimos a ayudarte.” “¿Vinieron a ayudarme?”, dijo el león en tono suave. “Por supuesto”, le respondieron. “¿Cómo te liberaste?” El León estaba demasiado apenado para admitir que un ratoncito lo había salvado. Estaba apunto de mentir y decir que su fuerza enorme fue lo que lo salvó, cuando un pajarillo aterrizó cerca. “Un ratoncito lo salvó”, dijo el pájaro francamente. “Yo lo vi. El ratoncito mordió la red hasta que se rompió”. “¿Es cierto?” “Sí”, admitió el león. Se preparó para las burlas que seguramente seguirían. Pero, en vez de eso, los otros leones simplemente lo acariciaron con sus cabezas. “Gracias a Dios”, dijeron. “ ¿A dónde se fue el ratoncito? Le debemos muchas gracias.” “No sé,” dijo el león. “Se echó a correr.” “Regresemos a la manada”, dijeron los otros leones. “Las leonas regresarán de cazar pronto.” En León regresó con su familia. Les permitió lamer sus heridas. Les dio las gracias por la comida que le trajeron y amablemente ofreció ayuda a limpiar. Se dio cuenta cuánto extrañaba juntarse con su familia. Esa noche, mientras admiraba las estrellas, en voz baja le agradeció al ratoncito, dondequiera que estuviera. No solo por salvarlo de la red, sino por regresarle su manada. Colorín colorado, este cuento se ha acabado. Gracias por escuchar El león y el ratón, un cuento basado en la fábula tradicional de Esopo, adaptado por Ryan Aoto y narrado por Daniel Fernando. Esta ha sido una grabación de LibraryCall.