La gallinita roja
Audio Type:
story
Language:
English Title:
The Little Red Hen
Audio File:
Duration:
5:59
Transcript:
Este cuento se llama La gallinita roja, escrito por Florence White Williams, y traducido, adaptado y leído por Madeline Walton-Hadlock y Lorena Romero. Esta es una grabación de LibraryCall.
Érase una vez una pequeña gallina roja que vivía en un corral. Pasaba casi todo su tiempo caminando por aquí y por allá, escarbando en todas partes para encontrar gusanos.
A ella le encantaban los gusanos gordos y deliciosos y sentía que eran absolutamente necesarios para la salud de sus hijos. En cuanto encontraba uno, ella llamaba “cocorocó, cocorocó” y sus pollitos venían corriendo. Cuando ellos se reunían a su alrededor, ella distribuía trozos del bocadillo delicioso. ¡Siempre estaba tan ocupada!
En el corral vivía un gato flojo que frecuentemente tomaba sus siestas en frente de la puerta del granero. Ni siquiera se molestaba a corretear al ratón que corría por todos lados a su gusto. Al puerco que vivía en el chiquero no le importaba nada, siempre y cuando pudiera comer.
Un día, la gallinita roja encontró algo nuevo en el piso mientras buscaba su cena. Era una pequeña semilla de trigo. Ella estaba tan acostumbrada a encontrar insectos y gusanos que creía que la semilla era un tipo de carne nueva y quizás deliciosa. La picoteó, pero no supo a gusano.
Examinó la semilla, preguntándose qué podría ser. Decidió preguntarle al cuervo, quien estaba posado en una cerca. Parecía que los cuervos siempre sabían mucho de estas cosas.
“Claro que sé lo que es,” dijo el cuervo. “Es una semilla de trigo. Los granjeros la plantan, y cuando crece, la cortan, la convierten en harina y cocinan un pan delicioso.”
“Es una buena idea,” pensó la gallinita. Pero también sería mucho trabajo, así que decidió preguntarle a los otros animales del corral por ayuda. Después de todo, ella siempre estaba muy ocupada buscando bichos para darle de comer a su familia. El puerco siempre tenía mucho tiempo libre. También pensó en el gato flojo y el ratón, quien siempre tenía tiempo para correr por todo el corral. Les preguntó en voz alta:
“¿Quién plantará esta semilla?”
Pero el puerco dijo: “Yo, no.”
Y el gato dijo: “Yo, no.”
Y el ratón dijo: “Yo, no.”
La gallina respondió “Bueno, entonces lo haré yo misma.” Y lo hizo.
Un día, la gallinita roja se dio cuenta de lo alto que estaba el trigo que ya tenía granos maduros. Entonces corrió, preguntando:
“¿Quién cortará el trigo?”
El puerco dijo: “Yo, no.”
Y el gato dijo: “Yo, no.”
Y el ratón dijo: “Yo, no.”
La gallina respondió “Bueno, entonces yo lo haré.” Y lo hizo.
Cuando el trigo estaba alto y listo, ella encontró la hoz del granjero, una herramienta para cortar, y cosechó las hojas del trigo. Las hojas estaban en montones en el suelo, listas para ser almacenadas y trilladas. Esta era la parte más difícil de preparar el trigo– separando los granos de los tallos. ¡Pobre gallinita roja! Su atención estaba dividida entre cuidar a sus hijos y cuidar al trigo, entonces, una vez más, les preguntó a los otros animales:
“¿Quién trillará el trigo?”
Pero el puerco, con un gruñido, dijo: “Yo, no.”
Y el gato, con un maullido, dijo: “Yo, no.”
Y el ratón, con un chillido, dijo: “Yo, no.”
La gallinita roja esponjó sus plumas, y con un suspiro dijo: “Bien. Entonces yo lo haré.” Y lo hizo.
Después de acostar a sus pollitos, salió ella sola a trillar el trigo.
El día siguiente, la gallinita roja se despertó temprano y preguntó:
“¿Quién llevará el trigo al molino para molerlo?”
Girando la cabeza groseramente, el puerco dijo: “Yo, no.”
Y el gato dijo: “Yo, no.”
Y el ratón dijo: “Yo, no. ”
Entonces, la buena pequeña gallina roja no tuvo otro remedio más que decir, “Yo lo haré.” Y lo hizo.
Era hora de cocinar el pan con la harina del trigo. Ella no estaba acostumbrada a hacer pan, pero cualquiera podría hacerlo si seguían una receta, ella pensó. Después de que sus pollitos comieron y estaban listos para comenzar su día, la gallinita roja fue a buscar al puerco, al gato, y al ratón. Sintiéndose confiada de que algún día le ayudarían, les preguntó “¿Quién hará el pan?”
Una vez más sus esperanzas se desvanecieron cuando el puerco rodó en el lodo y dijo “Yo, no.”
Y el gato se estiró en un rayo de sol y dijo “Yo, no.”
Y el ratón, distraído, masticó en un pedazo de lana y dijo “Yo, no.”
“Bueno, yo lo haré,” dijo la gallinita roja una vez más. Y lo hizo.
Pasó todo el día mezclando y amasando la masa, preparando las bandejas para hornear, y cocinando el pan en el horno.
Finalmente, llegó el gran momento. Un aroma delicioso flotaba en la brisa. La gallinita roja siguió el aroma a la cocina. El pan estaba listo, y lo sacó del horno hecho a la perfección. Entonces, probablemente porque ella había adquirido el hábito, la gallinita roja preguntó:
“¿Quién va a comer el pan?”
Todos los animales del corral también habían seguido el aroma. Tenían hambre y se lamieron los labios con anticipación.
El puerco dijo: “¡Yo me lo comeré!”
El gato dijo: “¡Yo me lo comeré!”
Y el ratón dijo: “¡Yo me lo comeré!”
Pero la gallinita roja sonrió y respondió, “No, no lo harán. Yo sola me lo comeré.” Y lo hizo.
El fin.
Gracias por escuchar La gallinita roja, un cuento escrito por Florence White Williams, y traducido, adaptado y leído por Madeline Walton-Hadlock y Lorena Romero. Esta fué una grabación de LibraryCall.