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Los Deseos Ridiculos

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Los deseos ridiculos Érase un pobre leñador, tan cansado de su vida que, según se cuenta, no encontraba en ella más que desdicha. Cierto día fue al bosque a trabajar y como de costumbre, comenzó a quejarse de su suerte. En ese momento se apareció Júpiter con el rayo en la mano y le dijo exasperado: —¿Qué puedo darte para que dejes de quejarte? Tan grande fue el espanto del leñador que dijo: —Nada quiero; nada deseo. —No tengas miedo, respondió Júpiter. Tantas son tus quejas que quiero ayudarte.

El Pescador y su Esposa

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El pescador y su esposa Había una vez un pescador que vivía junto con su esposa, llamada Isabel, en una destartalada choza cerca del mar. Una mañana, estaba sentado en la ribera, con la vista dirigida hacia la cristalina agua, cuando de repente vio el anzuelo hundirse hasta lo más profundo y al sacarlo tenía en su punta un gran pez azul que dijo: —Por favor déjame ir, no soy un pez sino un príncipe encantado. Regrésame al agua y déjame vivir. —Puedes irte —contestó el pescador—.

El Regalo de la Princesa

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El Regalo de la Princesa Érase una vez una pequeña princesa que al cumplir los diez años tuvo una fantástica fiesta. Había músicos, flores, helado de fresa y pasteles con glaseado rosa. Los invitados trajeron los más maravillosos regalos. El rey, su padre, le regaló un poni blanco con una cola larga y un arnés azul plateado. La reina, su madre, la sorprendió con una vajilla de oro para sus muñecas.

La liebre y la tortuga

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En el campo vivían una liebre y una tortuga. La liebre era muy veloz y se pasaba el día correteando de aquí para allá, mientras que la tortuga caminaba siempre con aspecto cansado, pues no en vano tenía que soportar el peso de su gran caparazón. A la liebre le hacía mucha gracia ver a la tortuga arrastrando sus gordas patas, mientras que a ella le bastaba un pequeño impulso para brincar con agilidad. Cuando se cruzaban, la liebre se reía de ella y solía hacer comentarios burlones que por supuesto, a la tortuga no le parecían nada bien. – ¡Espero que no tengas mucha prisa, amiga tortuga!